1. Opiáceo
La profundidad de lo tácito nos hace buscar seguridad en el mundo permeable. Del alcaloide al opiáceo, del delirio a la calma engañosa, dulce vaivén. El amor, el odio, los extremos de la muerte. Visiones que no nos pertenecen. La raigambre del absoluto. El despertar de la luz catódica.
2. El otro
El otro, siempre acechante, a la espera de un resquicio en nuestra cordura para hacerse con el control. El alimento de la locura, el tacto, la no muerte. Todo se condesa en pos de nuestra escasa lucidez. Caminar unido a la no persona, tus ojos te engañan, el odio, el olfato, se aúnan para hacerte ver que a tu lado hay una persona que te habla, que en ocasiones te dice qué hacer. Vives engañado o son, quizás, los demás los que se engañan. Transido de la pureza de lo que los otros no contemplan caminas aterido y te agarras a lo único que crees verdadero: tu otro yo.
FUTURO
Recuerdas la piedra pómez
abrasando tu piel,
arrancas la dermis más profunda.
El pasado
enterrado en una masa
de barro y ortigas.
Las puertas saben a miel y limón,
las casas se reconstruyen cada noche,
arquitectura salvaje del laberinto.
En la discontinuidad del pensamiento
buscas nuevos retos.
entre los restos del día anterior
el sueño aposenta lo dado.
Sobre las ruinas de cada construcción
se dispone el conocimiento,
apuntalas el olor a mar
cerca de tu oído.
Mi mirada entre el olor de los naranjos
y el azufre de los vientos.
AZUL
Ardo entre las ramas
de un infierno azul.
El frío
cauteriza
las cicatrices
que deja el paso de los días.
Mis pies
se agrietan
en el crujir de la nieve virgen.
La ventisca
borra
la pesadez de tus delirios;
La escarcha
se acumula
en la superficie de tu córnea helada.
Enormes témpanos de hielo
envejecen
en un baile de sargos y libélulas.
Recostado en tu regazo
acaricio
la fragilidad de tu ausencia.
Las yemas de mis dedos
se ad-hieren
a la sequedad de tu fluir.
3. Salvación
Los sentimientos se evaporan y reaparecen al instante, son el éxtasis místico del iluminado en el camino desesperado que atraviesa horizontes desérticos. Las plantas de los pies arden al contacto con la arena cristalizada, no importa, el corazón devanea la siega de los nervios. El tacto como salvación.
POEMA NECRÓFILO
Todo es quietud - terrorífica quietud -,
con un silencio cuya inmensidad promete
lo solemne y los espantoso.
(H.P.Lovecraft, Los amados muertos)
Pensaste tanto en sus huesos,
en el sabor de sus capilares,
en la monstruosa morbidez de sus labios.
Yace muerta cogida de tu mano,
con un rubor azulado en sus mejillas,
la mirada fija en la araña,
que, ajena a tu locura,
pende del techo.
El miedo te invade,
no te atreves a lamer sus senos,
aún recuerdas el sabor a sal
que impregnaba su piel.
Quieres acariciarla,
dudas de la dureza de sus miembros.
Todavía la quieres,
eres incapaz
de arrojarla lejos de tus brazos.
La duda te corroe,
¿quién es el muerto?
EXTREMO
Me hubiera gustado entender a las flores,
a los árboles,
a los pájaros.
Me hubiera gustado cantar a la armonía,
a la perfección,
a la vida.
Pero me atraen demasiado las flores muertas,
las piedras,
los pantanos,
los cadáveres incorruptos.
Me acaricias con tus lágrimas,
mi vista en el torbellino
que rodea el caos de mis ojos.
Me acunas con tus dedos llenos de miedo,
mis sentidos sobre un caballo desbocado,
la diferencia entre una estrella
y un grano de arena.
La búsqueda
termina en los extremos de tu cuerpo,
tanto tiempo desperdiciado
al borde del abismo de tu pelo,
a la lumbre del hielo de mis manos.
Estos son los lugares
donde brotan las palabras.
Pablo Malmierca, de El tacto estremecido (Eolas, 2021)