ANIMAL EN MOVIMIENTO
Mañana
volverá
la boca que me acuna.
Mañana
volverá el mundo que no canta.
Buscaré amparo en el cielo que envenena.
Clavarás tus razones
tus compases
tu desdén,
y el pequeño oasis no servirá de nada.
Porque el calor se enfría
y los frutos entre esos blancos
se congelan se olvidan,
sublimando el tiempo evaporado.
TU PRESENCIA
Como animal despavorido
crezco en los contrapesos vitales.
La quietud
el entusiasmo
lo oscuro que me rodea.
Regiones donde no quiero estar.
Volver de la noche con los ojos cerrados
abrir la conserva del crudo invierno.
Desde el fondo de la pulpa
arranco todo lo que es incierto,
la umbría que alcanzó campo abierto.
Comienzo la guerra contra lo desaparecido.
Cada mañana abro la urna de lo inquietante:
la vida frente al arte de vivir.
SIN EQUIPAJE
No encuentro hospedaje para estos pensamientos.
Tiemblo cuando los escucho.
Una y otra vez
vuelven
se van
y sigo amando su extensión,
su recuerdo
que camina en silencio a mi lado
intentando congelar
el agua que corre entre estas rocas.
A veces la vida enferma
y el lobo aprovecha
para hincar sus dientes.
Entonces solo entonces, los oigo
respirar tan cerca que abandono
todo aquello que amo
y busco lo que nunca encuentro.
CUANDO SUEÑO, CUANDO MUERO
Como un tigre en cualquier mañana de invierno
resisto a la lluvia, amanso mis músculos
hasta llegar a los agujeros de la noche.
Observo y espero el momento justo para encontrar
la melancolía que pueblan tus ojos
la sabiduría que me susurra el lugar
donde nos despediremos, como soldados caídos en batalla.
Al frente, el horizonte ardiendo a favor del viento
refleja una estrategia que promete la victoria de quien sabe quien,
allí donde se unen los significados ante la humildad del perdedor.
El hambre enciende el deseo, la pasión de amante libertino.
Moriremos y volveremos a nacer juntos. Latiendo la aventura.
Naves, corazones rotos
¿qué esperabas?
de este laberinto que es la vida de la sabana
una migaja en el ritmo de este mundo salvaje
donde los reyes se asientan sobre nuestras tumbas
y las piedras tatúan nuestros manos.
Voy a rescatarte aunque esto se pone duro
y no sé si podré llevarte a bailar al viejo café
junto a la chimenea, el humo de la memoria
intentando dispersar a los buitres del presente
que devoran el interior, incrédulos de lo que encuentran,
del significado de tantos sueños atesorados.
Ramón Guerrero,
de La Isla Amada (inédito)