DONDE EL HOMBRE SE PARECE A LA BESTIA por SERGIO MAYOR



Sí, venga cuando quiera. No puedo ofrecerle gran cosa, salvo el lugar, el desierto, un paisaje poco estético, un paisaje profético. Aquí puedo vivir. Granada era un vergel de exterminio, una alambrada de palacios, la ecología de una diosa que no era cielo ni era azul, la Portinari habitual de los ingenuos. La ciudad me corrompió con sus crepúsculos de Zyclon y sus noches de cuentos persas. Un día escapé por la A42. Encontré la refutación de los jardines. Este es el lugar donde el hombre se parece a la bestia, pierde el lenguaje, no se ocupa de la belleza, no le conmueve el mirador de Carvajales, amanerado y estético. Sí, venga. Le llevaré al Puntal de Don Diego. La gente viene y se pone un poco Messiaen cuando el Cañón de Utah: "belleza salvaje y colorida… desfiladero en picado, inmensa soledad". Sí, el lugar es inmenso, pero yo estoy en mi cuerpo, y mi cuerpo es más pequeño que una celda. ¿Entiende? El desierto no es más grande que una celda. Venga, le digo. Querrá ver los dólmenes. Me disgustan los dólmenes, su modernidad, los petroglifos de cinco mil años, absolutamente recientes. Usted vive en la ciudad. La gente lee a Walter Benjamin en un McDonald, la gente habla de los candidatos que reciben navajas y balas. Nada noticioso en los barrancos, en este desastre geológico. Uno, en el desierto, concibe el tiempo en milenios. Uno se vuelve un inmoral, un marginal, lejos de los hombres, ajeno a sus grandes importancias. Usted, poeta. dígame ¿le interesan los comicios, la lucha de la clase transexual, los movimientos de tropas en la frontera? Levinas dice que ningún sistema salva. En eso creo. En la caída. Este lugar fue un mar, y el mar no se salvó. Luego fue un bosque, y el bosque se pudrió como se pudrieron las bestias. Un señor me llama fascista porque a veces escribo elogios de los sistemas teocráticos y los monarcas guerreros, pero eso forma parte de mi extravagancia, mi contribución a los grafitis. Dios, yo sería un fascista inútil, tibio, sin esperanza, un paupérrimo fascista. ¿Y usted? ¿En qué cree? Se ha hecho tan difícil creer. La historia desacreditó a los dioses y luego vilipendió los regímenes políticos. No importa. Aquí, en el desierto, se acaba la historia. Aquí gobierna el Gran Tiempo.

Sí, venga. Le presentaré a gente del lugar, gente buena. No me toman en serio. No soy el primer excéntrico, el primer enfermo mental que viene, bebe mucho y se muere en el fondo de una cueva.
Venga. Le llevaré al Mesón La Ilusión, comidas caseras, pero no pruebo la comida. Una cosa le aviso: con dos ginebras, soy un tipo educado; con cuatro ginebras, soy un tipo elocuente; con siete ginebras, quizás tendría que llamar al exorcista.

Sergio Mayor


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