Me pidieron un cuento "amable" para una antología sobre la Navidad, todo un reto para mí, que ya sabéis que no lo soy demasiado escribiendo, y ayer, en un paréntesis de la ruta y el calzado, sin saber cómo abordarlo, me senté frente a la pantalla del ordenador, cerré los ojos y me dejé llevar, sin más ni más, por mis cinco sentidos, recordando aquellas entrañables y fellinianas Navidades de los años 70 en casa de mis abuelos, cuando el mundo aún era mundo: como anticipo, un pequeño fragmento: el resto, ilustrado por Álvaro Collar Muñoz, sangre de mi sangre, como el Almendro, ya en Navidad:
"Pura magia y ensoñación todo aquello, para mí al menos, evocado hoy, aquí y ahora, con cincuenta y cinco y en plena pandemia, aquellas gloriosas navidades de los años 70, al borde ya de la Transición y de una España nueva, todos felices en aquel pequeño piso de las afueras, embriagados por aquel olor a consomé y langostinos y cabrito y pimientos asados, y arrebatados, como diría el mago Iván Zulueta, por el espíritu de la Navidad... Cierro ahora los ojos para intentar reproducir en mi mente aquellas Nochebuenas, la de 1974 en particular, y es como saborear y oler y sentir y ver y escuchar otra vez todo aquello, mi magdalena de Proust personal, pura sinestesia y desorden de los sentidos, las risas de mis tías y primos, el sabor de aquel consomé y el olor de los langostinos en los dedos, los villancicos sonando de fondo, las conversaciones cruzadas, las serpentinas y las bengalas, las burbujas del cava y el crujir del turrón, la pierna chirriante de madera de mi abuelo (mutilado de guerra), el tacto gomoso de las cartas de la baraja tras la cena y los reflejos caleidoscópicos de las bolas navideñas y el espumillón..."
Gracias, José Ignacio García, por haberlo logrado.
Vicente Muñoz Álvarez