Aquí queda el cortometraje, la voz del escritor, las palabras no tienen cometido, ha fracasado su discurso reflejando lo vacío, la muerte, el asesinato de la estirpe, lo no dicho, ¿es posible que aún quede la música inaudita ? ¿De qué sirvió? Esto es el reflejo, la huida. La ciudad no comprende tus silencios y le es indiferente lo que escribas. No le importan los habitantes, ni los que han caído por nadie. Este es su canto sin melodía. Qué importa este ruido si no hay palabras, qué importa esta ciudad si nadie la mira, si todos se fueron. Todo empieza como acaba, no hay principio o final, ¿no lo ves? Es la historia del fracaso hermoso en la pérdida o la huida de los que no celebraron el regocijo. Descansan en su silencio infinito sin palabras. No lo hicieron por ti, ni por nadie. Algunos no supieron hacer otra cosa y crecen lilas en el paraíso de cristal de los que todo lo ven sin ser vistos. Si ellos no recuerdan su nombre y no importan sus obras, por qué estamos aquí leyendo lo que quizá no pasó en una ciudad sin rostro, pero nos queda la música y el poema. La salida de emergencia ante una caída al abismo de lo que no existe, al otra lado estará el silencio.
Joaquín Fabrellas,
de El imposible lenguaje de la noche
(Chaman Ediciones, 2020)
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