Veintinueve
Diecisiete
Una suavidad blanca que vienen del hielo. Un morirse con sigilo, como no queriendo. Una añoranza de la nieve que no se conoce, o del mar, o de la bruma perfecta sobre las cumbres.
Quizá solo sea cierta la llanura.
Tal vez sea verdad el viento entre la grietas o el esparto. El frío que adormece los pómulos. El aliento de los ojeadores, los perros escarbando la lejanía. El grajo.
El polvoriento cardo, la vid o la paloma. Los surcos fértiles si se arrodilla la tarde. Prematura niña difunde si muge la noche. El pozo. El olor insípido de los taxidermistas. Niños secos con osamentas minúsculas. Una fibra de aliento entre las alas.
Vine aquí para verlo todo.
Lo que queda aún en pie, y que dice que existíais.
Tres
Aquí estuvo la tos y la pregunta, detenida epidemia de las bocas, el grito y todos sus regalos, taxonomía histérica del aire. Aquí hubo silencio a veces, la posibilidad de no creer, de ser intocable niña preferida, evitar el contagio, el vómito, el pus, evitar la torpeza de ser sincera en el poema.
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