El viajero se detiene a descansar; ha sido una larga y fructífera travesía. Repasa sus pertenencias y a pesar de que desde hace tiempo solo necesita lo esencial, la maleta pesa como si llevara lingotes de oro.
para qué
tanto equipaje
salvo para hacer
más complicado
el viaje
para qué
Y ojalá así fuera: se desprendería de ese lastre material con facilidad, reservando lo suficiente para continuar con la mayor dignidad, sin penurias. Fuera las piedras, las palabras que no son nada. Pero…, de lo adherido a la piel, de lo que corroe el alma, del cansancio, de la erosión y el desgaste: ¿Cómo prescindir? Arrojar lejos la nostalgia, la decepción, la frustración, y salir corriendo liviano, desnudo, y detener el implacable reloj de arena. Ojalá.
Anábasis, expedición hacia el interior. Unos la emprenden con el viento siempre a favor, arribando al puerto victoriosos, despreocupados; otros, expulsados a la orilla tras repetidos hundimientos.
olas
tormentas
naufragios
deriva
Ya no es tiempo de vivir, sino de resistir en el osario de las calaveras danzantes. Exorcizar los demonios a través de los versos. La eternidad dada por la gracia de las palabras.
Hay en la poesía de Vicente Muñoz Álvarez una heroicidad romántica libada de sus referentes éticos y estéticos. El destino está en manos invisibles que mueven los hilos caprichosamente, el fatum que desvía, desmorona, revierte haga lo que haga. El poeta está cansado, exhausto de esta lucha. Y así lo manifiesta; cada vez más consciente de que el último viaje se acerca y no pudiendo evitar lamentar el tiempo perdido, a la vez que declara el propósito de disfrutar lo que le reste de vida siendo “otro”. Todos lo somos: el resultado de las acciones de los distintos “yos” que nos han ido dejando su impronta.
sabio y tonto
bueno y malo
héroe y villano
para ser justamente
lo que ahora eres
otro
Después, el VÓRTICE, una ráfaga de pensamientos en espiral, de fotogramas visionados a toda velocidad; de golpes, esquivados o recibidos, en este ring que es la vida, a ritmo de haikus: la concisión extrema, el mensaje precipitado, la sentencia contundente. De nuevo el tiempo que se escapa entre los dedos, las referencias literarias, los mitos… Para maximizar la complicidad con la poesía de Vicente es conveniente la curiosidad del lector para indagar, si no tiene unos mínimos de cultura literaria, mitológica, filosófica, cinéfila, musical... Todo ello es parte de su latido, de su bagaje.
En las AGUAS PROFUNDAS se escuchan mejor los pensamientos. El resto de las voces, distorsionadas y extrañas, desaparecen. Nada el poeta solo, a contracorriente, ahondando en el abismo, en lo existencial. Combustible para un pesimismo impenitente que nos relata una crónica realista de los tiempos que corren, desde lo particular (el trabajo pendiendo de un hilo, las relaciones interesadas y el arribismo en el mundillo literario, las decepciones) a lo social (la crisis económica y de valores). Aunque, quién sabe…, quizás todos los tiempos hayan sido iguales, regidos por la egoísta condición humana y su balanceo constante entre el bien y el mal.
peor que
un policía corrupto
que un político
corrupto
que un funcionario
corrupto
un poeta
(sobre todo social)
corrupto
Se pregunta Vicente dónde está el antídoto, cuando es evidente que ese correctivo, ese nexo salvador que da coherencia y matiza su blanco y negro, es la poesía y todo lo que vierte en ella mostrando su transformación con total transparencia. Jekyll es consciente de Hyde, y viceversa. La aceptación de su ADN, la reconciliación. Seguir escribiendo.
seguir escribiendo
seguir siendo yo
seguir mi camino
Metaliteratura. Vicente lleva ya muchos años en este solitario oficio, preguntándose si es “don o maldición”; amando y renegando de su necesidad de vaciarse con la escritura; exhortando al lector a la complicidad con versos que, de alguna manera, son pensamientos recurrentes y familiares para los que no queremos ser de hierro.
LLEGAR A PUERTO sano y salvo aunque marcado de cicatrices. Aceptar lo vivido y destriparlo para aligerar el peso. Solo el poeta sabe si es un ejercicio de domesticación del pesimismo o una claudicación en toda regla de la nostalgia. Sospecho que la primera intención es la que subyace: si Vicente dejara de preguntarse sobre el sentido de la vida ya no sería “nuestro” poeta, con su anhelo de paz y calma que preceden a la tormenta que deviene en naufragio. Destripa sus contradicciones, sus debilidades, y sigue hacia adelante.
El hogar, el cielo, la naturaleza y sus esplendorosos regalos; la pasión vivificante, las brasas que nunca se apagan; la gasolina para seguir devorando kilómetros; la piel redentora que nos acoge al final de cada viaje. Poemas que se precipitan como una traca final rejuveneciéndolo todo, rogando por preservar esa “perla”, ese tesoro frágil que es el amor y que sucumbe por falta de cuidados.
y por encima
de todas las cosas
haber querido
y sido querido
tanto
lo demás
es ceniza
Con GAS condensó y recopiló su obra poética a lo largo de diecisiete años, añadiendo material inédito que aquí rescata y retitula—en el caso de los haikus— como VÓRTICE, o dispersando los poemas de LOBOS DE MAR y dando final a HAGA LO QUE HAGA EN LA TIERRA del mismo modo; urdiendo, retomando esos hilos que han conformado una manera personal e inconfundible de hacer poesía, en la que menos es más: el elixir, la esencia, lo que queda… Siempre pluma en mano.
Julia Navas Moreno