A veces me pregunto, cuando llegue, cómo se llevará mi muerte con tu muerte, Vera. Si mi muerte se verá seducida por tu muerte. Y si se llevará tan bien como mi vida se llevó con tu vida. Si la muerte tiene memoria y sabe lo que fuimos. Lo que luchamos por ser. O si no. Si sólo hay una noche viscosa, con olor a petróleo, una noche donde todo es igual de helador, y nada importa. Si no es así me gustaría que mi muerte conociera a tu muerte. Y bailasen una vieja canción de alguna de esas cantantes cubanas de voz destartalada. Eso me gustaría Vera. Que bailasen tan lentamente que sólo ellas dos comprendieran su baile. Que mi muerte y tu muerte pasearan de la mano por alguna ciudad por la que quisimos pasear y nunca paseamos. No sé ahora porque no lo hicimos, uno anda entretenido todo el rato en detalles y de pronto tiene un pie en la desaparición. Me pregunto si mi muerte y tu muerte se besarán con sus lenguas grisáceas mientras a su lado pasa un tren cargado de fantasmas. A veces deseo que llegue ese momento. Ten paciencia, Vera. Dile a tu muerte que sea paciente, que me estoy entreteniendo un poco por el camino, porque he encontrado algo valioso. Pero mi muerte está por venir. Va a llegar reluciente y vestida de domingo.
Ojalá mi muerte bese a tu muerte para todo la eternidad.
Volar a casa
Daniel Monedero