Bukowski reflexiona sobre la escritura y sobre sus maestros literarios y experiencias vitales. Abel Debritto, estudioso del escritor, ha rastreado su correspondencia inédita y ha seleccionado las cartas en las que aborda el tema de su oficio y su arte.
Las hay a editores de revistas, a su editor, John Martin, a escritores como Henry Miller, Lawrence Ferlinghetti o Hilda Doolittle, a críticos y amigos. En ellas reflexiona con agudeza sobre el proceso de escritura y nos permite adentrarnos en las entrañas del negocio editorial. Leerlas plantea un estimulante recorrido autobiográfico que nos descubre a un Bukowski matizado, más allá del arquetipo; a un autor volcado de forma obsesiva en la escritura, con un sólido bagaje de lecturas y una visión muy clara de sus planteamientos, que le lleva a quejarse de algunos intentos editoriales de domesticar su estilo áspero y directo.
El libro, que arranca en 1945 y se cierra en 1993, pocos meses antes de su muerte, es un jugoso compendio de estética bukowskiana, con su característica vehemencia y actitud take no prisoners: lanza pullas feroces contra los beats (Ginsberg y Burroughs), los poetas del Black Mountain College, Hemingway o el mismísimo Shakespeare, pero también expresa su admiración por Dostoievski, Hamsun, Céline, Fante o Sherwood Anderson.
El resultado: un volumen rebosante de opiniones contundentes y sagaces reflexiones literarias, imprescindible para fans de Bukowski y para cualquiera interesado en el proceso creativo de un escritor.
«Se muestra alternativamente irónico, jactancioso, autodestructivo y enojado con el mundo, pero siempre resulta ameno... Los fans de Bukowski van a adorar este libro» (Library Journal).
«Unas cartas cargadas de obscenidades, a menudo divertidas, siempre contundentes y, en ocasiones puntuales, tiernas... Es difícil no sentir respeto por su inquebrantable devoción hacia su arte y por la insobornable hipercrítica aplicada a todo el que cae bajo su mirada» (Publishers Weekly).
«Pocos artistas son tan reflexivos y generosos al abordar las aguas en las que nadan» (Claudia La Rocco, The New York Times).