Qué triste y decadente todo, pensaba ayer volviendo en la furgoneta desde Zamora a León, tenga quien tenga la culpa, las noticias, los confinamientos, las vibraciones, los políticos, las ciudades y los pueblos, qué decadentes... Son mis últimos días de ruta, estos, tras una campaña de calzado ruinosa luchando contra vientos y mares, intentando a toda costa mantener la cabeza y el tipo, y más que nunca se me llena el alma, al margen ya de las ventas, por mí y por todos mis compañeros, de esa sensación: las carreteras, los hoteles, los bares, las gasolineras y las tiendas vacías, lo que nos están haciendo, las fisuras de nuestros cerebros y nuestros corazones, qué triste...
Vicente Muñoz Álvarez