Que nuestras cabezas, corazones y sentimientos, al margen ya de nuestra economía, oscilen así, al ritmo de los políticos y las mareas, tan caprichosa y aleatoriamente, como viento huracanado que mueve sin control, pura fuerza bruta, nuestros mástiles y nuestras conciencias, es algo que nunca, al menos a mi generación, nos había tocado vivir... Llamo a mi madre por teléfono, por miedo a ir a verla y contagiarla después de tantos días de ruta, y me dice, hijo, ten paciencia, ni en la posguerra, tu padre y yo, vivimos algo así... Todos asustados, desubicados, hiponcondríacos, a la expectativa y confusos, simple y llanamente, es ahora mismo nuestra realidad y visión: debido a quien sea y por lo que sea, todo desquiciado y extraño, distópico y estremecedor... El caso es que, sea por lo que sea y debido a quien sea, conjuras, conspiraciones o sortilegios, las olas azotan violentamente ahora nuestro barco, un Titanic ya a la deriva, y no quedan para todos salvavidas, etcétera... Fuerza y honor, queridos drugos, y serenidad para mantener el rumbo y el norte, pase lo que pase en la Tierra, esa es la cuestión...
Vicente Muñoz Álvarez