«Las letras aquí escritas son un latido de dos caras de la misma moneda: la templanza de quien se acepta con una grieta de piel y el grito de rabia que algún día tuvo un lugar. En este sentido la aparición de la poesía en prosa se convierte en el fondo de armario que permite comunicar aquello que en su momento se enquistó en alguna parte del cuerpo y así respiramos, profundo y sosegado. La voz que resuena en este libro no es aquella que tiene como punto de partida el dolor caliente de víscera, sino la que mira desde un ático aquello que pasa en el asfalto, como si de un espejo se tratara.»