Alejandro Céspedes
(España, Asturias, 1958)
Perdón
Pedir perdón para que el tiempo aprenda
el camino de vuelta.
Nunca es útil dar nombre a lo perdido.
Solo habitamos en escenografías
levantadas a expensas de otros ojos.
Vida que se parece a la vida, irrealidad y símbolo
se aparean dentro del mismo espacio.
En la figuración de lo real somos inconstatables.
A veces todo lo que no es y lo que es decide confundirse.
Nos confunde.
Pero tampoco en la confusión habrá cobijo.
Las preguntas administran su cruel procedimiento
de una forma tan leve que consiguen
que dure igual la vida que la muerte.
Todo lo que interrogan se trocea
y sus pedazos son intercambiables,
predecibles y su funcionamiento no depende
de ninguna conciencia.
No hay dolor, no hay herida
en el remordimiento, solo algo
que crece y se alimenta en otro algo
y alrededor lo vivo practica su lenguaje incomprensible.
Dos silencios contiguos se llaman en idiomas diferentes.
Tal vez no lo comprendas,
todo lo que está al margen nos sitúa
en medio de su turbio sumidero.
Tal vez no lo comprendas,
amar es la intención,
pero al amor lo abruman las preguntas,
las cien mil caras de la misma ruina.
Formas atormentadas deambulan
por encima de un mundo imaginado.
Desde fuera hacia dentro las esquinas
y no nos damos cuenta de que el ángulo
desgarra exactamente igual que las esferas.
No todo es compatible con la vida,
alguien obsesionado en pesar almas
echa en los dos platillos
la materia fugaz que desechamos.
La muerte tiene aspecto de ser vida
y la vida se empeña en imitarse.
El artificio cree en la nostalgia
y la mandíbula experta del olvido rumia
la palabra perdón y el camino que vuelve
aunque ya solo sirva
para besar la boca de la herida.