EL BOLÍGRAFO, MI CRUZ, HA EMPEZADO
a no escribir. He tenido que sentarme
entonces otra vez en un banco de la iglesia
–escribía de pie, junto a la pila
de agua bendita– y rebuscar
en la mochila. Recordaba
por si acaso llevar otro. Menos
mal. Porque el arte se da
siempre como por si acaso.
Se da de milagro, por milagro.
Creo que esto es algo que me dice al irme
el agua bendita de esta iglesia de Roma.
Me lo dice el agua que también vuelve.
Me recuerda que el arte y quien lo hace
somos milagro. El hombre es milagro.
Santiago Montobbio, Vuelta a Roma