Durante estas semanas, las consultas al Diccionario han sido muchas y variadas, pero la mayor parte de las veces nos hemos centrado en un tema: la actual situación de pandemia por la que estamos pasando. En estas semanas de coronavirus, hay muchas términos que se han buscando de manera masiva, tales como mascarilla, epidemia, virus, confinar, confinamiento o estado de alarma. También ha habido otros términos que se han incorporado al diccionario, como coronavirus o desescalada. Aunque la palabra más buscada, sin duda, ha sido pandemia, yo voy a sumar una que, aunque pueda ser algo irreal para este virus, también la hemos empleado mucho: vacuna. Pero, ¿de dónde viene esta palabra?
ORIGEN
La palabra vacuna es un derivado de vaca. Su significa genérico es, pues, el de perteneciente o relativo a las vacas. ¿En qué siglos aparece por primera vez esta palabra? Pues en el siglo XV hay constancia de expresiones como «las vacunas reses parecen muy desparramadas». No obstante hasta finales del siglo XVIII y principios XIX no tendremos vacuna como sustantivo y con un significado distinto al que hacía referencia a lo vacuno. José Celestino Mutis (biólogo, médico y docente entre muchas otras cosas) mencionó esta palabra en 1802 cuando se refirió a ella como «el hallazgo de la vacuna»; en 1806, el poeta José Manuel Quintana dedicó estos versos: «A la explicación española para propagar la vacuna en América»; y en 1816, Juan de Dios de Ayala afirmaba en Costa Rica: «La vacuna progresa felizmente entre todos estos habitantes».
A principios del siglo XIX ya había nacido un principio orgánico que podría erradicar las enfermedades, que no serían pocas, de momentos posteriores. Pero volvamos a la vaca, ¿cómo se relacionan exactamente las vacunas con los los mamíferos bóvidos?
El proceso de vacunación puede que provenga de oriente. En Europa lo conocemos en 1721, cuando Lady Wortley, siguiendo una técnica aprendida en Turquía, «viruló» a su hija de dos años contra la viruela. En 1796 la viruela se había convertido en el coronavirus del momento, y el médico inglés Edward Jenner observó que las mujeres que ordeñaban vacas contraían una enfermedad llamada «viruela vacuna» (en inglés cowpox), pero que no caían enfermas de «viruela común».
¿Y sabéis lo que hizo Jenner ante tal descubrimiento? Tomo una muestra de viruela vacuna de una granjera y la inyectó en el brazo de un niño, que, efectivamente, cayó enfermo de viruela vacuna. Cuando sanó, se le inyecto, esta vez, viruela común, pero no enfermó. Así pues, poner una vacuna consistía en inyectar viruela vacuna, y de ahí viene el nombre de vacuna.
La palabra francesa, vaccine, la encontramos en 1799, después pasó al inglés y luego al español, probablemente de un calco derivado de vaca.
NEOLOGISMOS
Como veis, con esta palabra se creó un neologismo. Las palabras nuevas del campo de los descubrimientos e innovaciones científicas se crean mediante procedimientos muy simples, como la derivación de un nombre común (vaca, vacuna). Muchos neologismo científicos del siglo XVIII, procedían de creaciones a partir del latín y, sobre todo, del griego, tales como barómetro, hidrometría, oxígeno, telescopio; otros se crearon por derivaciones cultas: deglución, ductibilidad, vitrificación.
RECOMENDACIÓN
Hace un tiempo me leí A flor de piel (Seix Barral, 2015), una novela de Javier Moro, que cuenta todos estos avatares sobre la vacuna. Es un libro donde aprendes muchísimo sobre este momento tan crucial de la historia. ¿Os doy un avance? España tuvo un eso enorme en el desarrollo de la vacuna. Os dejo por aquí la sinopsis:
El 30 de noviembre de 1803, una corbeta zarpa del puerto de La Coruña entre vítores y aplausos. En su interior viajan veintidós niños huérfanos cuya misión consiste en llevar la recién descubierta vacuna de la viruela a los territorios de Ultramar. Los acompaña Isabel Zendal, encargada de cuidarlos. Los héroes de esta descabellada expedición, dirigida por el médico Francisco Xavier Balmis y su ayudante Josep Salvany, sobrevivirán a temporales y naufragios, se enfrentarán a la oposición del clero, a la corrupción de los oficiales y a la codicia de quienes buscan lucrarse a costa de los desamparados. Si al final esta aventura se convirtió en la mayor proeza humanitaria de la Historia, se debió no sólo al coraje de aquellos niños que se vieron abocados a salvar las vidas de tantísima gente, sino también al arrojo de los dos directores, hombres sin miedo que se disputaron el amor de la única mujer a bordo. A raíz del descubrimiento de la identidad de Isabel Zendal, Javier Moro reconstruye una prodigiosa epopeya de la mano de un personaje femenino inolvidable. Los protagonistas de A flor de piel, desgarrados entre la pasión de salvar al mundo y la necesidad de salvarse a sí mismos, son como luces en el horizonte oscuro del final de una época.
Y vosotros, ¿habéis buscando alguna palabra en el Diccionario, tales como confinamiento, cuarentena o vacuna? Seguro que sí.
-Fuente: Francisco Moreno Fernández (2015), La maravillosa historia del español, Instituto Cervantes.