Semana 6ª



Semana 6ª

Hola Dicu. El domingo terminé diciéndote que la historia del covid19 se había gestado, por descuido, en un laboratorio de Wuhan o parecido según los EEUU y otros países de la EU que secundan esta teoría. Bueno, pues entre ayer y hoy he recopilado diferentes artículos en los que hay de todo. Ciertamente, tenemos muchos agoreros, quizá, demasiados.

Nostradamus señaló como causa de la tercera guerra mundial la invasión de chinos y árabes, o algo similar porque las interpretaciones pueden decir una u otra cosa dependiendo de quienes las haga. En fin, la pandemia actual puede ser una nueva forma de guerra. Antiguamente, los combates se libraban en los campos de batallas. Después, el enemigo atacaba ciudades o lo que se les pusiera por el medio. Tal vez, ahora, prima sacar alimañas –que parecen autodirigidas— para que se carguen a la población. Si afinamos más, este bicho en particular, ha surgido muy espartano porque se va a por los más débiles. En la antigua Esparta los bebés que nacían con algún defecto –lo mismo que los convictos— eran arrojados desde lo alto del monte Taigeto. Wuhanchinihijoputini19 está acabando con los ancianos y quiere hacer lo mismo con los grupos de riesgo. De por medio el personal sanitario… quiere aniquilar a los otros y si estos intentan ayudarlos, pues ¡hala! A impedirlo de una u otra manera.

Que no se me escapen los agoreros, Dicu, que no se me escapen… El primero ha dicho que las predicciones de Bill Gate estaban más que dirigidas. O sea, que no vaticinó nada de nada, sino que esta pandemia obedece a los que verdaderamente gobiernan el mundo –personajes en la sombra que nadie conoce— cuya finalidad es implantarnos a todos un microchip. ¡Toma ya!  El segundo, ha dicho que el orden social lo dictarán aquellos que se hayan infectado, hayan pasado la enfermedad y sean totalmente inmunes –lo cual es hablar demasiado pues no se sabe si la autoinmunidad será absoluta o estacional—. Según el artículo, éstos, serán la élite que disfrutará de la libertad. Los que, por el contrario, no se hayan contagiado, montarán fiestas con aquellos que comiencen a tener síntomas para pedirles un mordisco: «Por favor, inféctame, inféctame». Una humanidad de esclavos y esclavistas. El tercero, ha profetizado que, tal vez, España derive en un régimen similar al nacionalista hitleriano. Por desgracia, algo de razón tiene, pues se nos priva, día a día, de un cachito de la preciada libertad que teníamos. Deseo, de corazón, que se equivoque.

Ayer se saltaba de alegría porque el covid19 solo había asesinado a 399 personas –como si este número fuera… ¡chico! Algo sin importancia. Es para llorar a moco tendido—. Hoy, la cifra ha ascendido en treinta y un difuntos. ¡Ya está bien! A este paso, aquí no se queda ni el Tato.

Dicu, acabo de leer otro artículo que es para cagarse la pata abajo –taxativamente—. Recuerdo que, a principios de la pandemia, se decía que el bicho mutaría poco, y resulta que, los queridos chinitos, hoy, han dicho que cambia infatigablemente y que hay cepas nuevas con una carga viral muy superior a la originaria en China; justamente, las asociadas a EU y EEUU. Esto, me huele a chamusquina. La OMS advierte que, lo peor, está por llegar. ¡Esto es de locos!

Hace un rato, volví a ver a mi amiga; necesitaba unas mascarillas y le he comprado media docena en la farmacia –la broma han sido 9€. Como si fueran reutilizables cuando tienen 8h de vida. ¿Qué quieren que nos gastemos el poco dinero que tenemos en mascarillas y demás aparatología necesaria para salir? —. En fin, le he preparado un paquete y, cuando estaba cera, me ha hecho una perdida. He bajado a tirar la basura y a darle el hatillo. Iba con su hija, pero besos y abrazos en el aire pasajero. Le he preguntado a la pitufa cómo estaba y me ha contestado: «Tengo miedo». ¡Criatura! Se me ha caído el mundo a los pies y he pensado que mi infancia, con todos los horrores que pasé –como es la muerte paterna, entre otros—, nunca fue tan dolorosa como lo será para los pequeños que están sufriendo la epidemia. Esto es una catástrofe que tardará en olvidarse. Quizá, en un futuro, los niños se fragüen en ellas y, cuando venga otra –pues no será la última—, ya estarán acostumbrados. Para los que hemos vivido en la sociedad del bienestar, no deja de ser triste. ¿Dónde quedaron los juegos de la calle? Hoy en día, juegan con la Play, y, desde que ha llegado el bicho asiático pasan más horas mirando la pantalla que riendo con los amigos o hablando con sus padres.

Los fallecimientos han aumentado.

Lo sabía, pero me ha quedado transparente. Hace ocho días que a J se le rompieron las gafas y tuvo que pedir unas por Internet. Fue a lo seguro: Míster Spex –una empresa berlinesa—. Las acaba de traer un mensajero de Correos. Sí, de Correos, que últimamente no sirve envíos. Todo perfecto y a buen precio. Por algo Alemania es la locomotora de EU.

Me ha pasado algo un poquillo molesto, Dicu. Fíjate, soy compradora habitual de Mercadona desde 1980. Ayer hice la compra semanal y se me olvidó el café. Hoy vuelvo adrede para cogerlo -entro por una puerta y salgo por la otra, como un rayo y con el carro PLEGADO porque iba a por unos platos de comida preparada—. Y la cajera, a la que conozco de siempre, me hace que le enseñe el carro. Se lo muestro, y me suelta: «Ábrelo más que no lo he visto bien». Desde luego, algo está cambiando en esta sociedad de mierda que estamos creando por culpa del bicho y por comportarnos como verdaderos corderitos. Los grandes, como este supermercado, se creen los dueños y señores de la morería. Regalan, dicen que son altruistas por aquí y por allá, pero se aprovechan de la situación: suben los precios y nos dirigen con altavoces de voz kagebeista: «No acumulen, hay para todos». Nos pierden el respeto. Les va a aplaudir su PM.

Los de Amazon se lo curran bien, pero bien. Me han traído una caja de guantes de nitrilo –apenas me quedan— que me ha costado la mitad que los comprados en la Farmacia. ¡Bien por ellos! Menos mal que existen. Dicu, que no se te olvide que me confieso amazona total. Estoy segura que, si esta rocambolesca situación durara mucho, muchísimo –ojalá, no—, llegaría todo con drones como en otros lugares. Se retrasaría, pero llegaría igualmente. ¡Ah! Y sin subir el precio y cuidando a los clientes. Otra cosa son los costos que ponen los vendedores externos.

La dejadez aumenta con las horas, los días, las semanas y los meses inertes, aunque tenga una rutina para sobrevivir y creerme la mentira de vivir. Es otro bicho trasparente que me devora, se llama tristeza. La calle vacía, las personas que no se miran, no se saludan, no se conocen. El rictus cóncavo de los labios ha matado a la sonrisa, y si no ríes, envejeces. El amor desaparece y entran las muñecas y muñecos hinchables que no contagian a nadie si los tienes desde antes. Ha llegado la sociedad de la máscara, los guantes, los desinfectantes, los EPIs individuales –veo a D. Amancio vendiendo trajes asépticos como los que utilizan los virólogos en los laboratorios o las zonas de epidemias y sus complementos—. Y a Porcelanosa transformada en una empresa de duchas/arcos/cabinas o lo que sea, de H2O y ozono para la entrada y para el baño, para la mañana, la tarde y la noche. Para cada suspiro que ejecutes sin extrema limpieza. Da lo mismo, sus creaciones desinfectan e impiden el paso a wuhanchinihijopitini19.

Apenas hay coches, pero el domingo habrá niños por la calle. ¿Cómo? No se sabe, veremos si en cola o con toda la familia por delante. Después saldrá otro grupo y abrirán las pelus y los comercios para aguparnos. Los locales lucirán arcos purificadores y los profesionales ejecutarán su trabajo con brazos extensibles como los del Inspector Gadget para llegar a los clientes, y vestirán de D. Amancio –que habrá creado los trajes protectores de todos los colores y estampaciones singulares.

Dicu, otra noticia para chillar eternamente. La he cogido, tal cual, de EL PAÍS, me han entrado escalofríos cuando la he leído. “Más de 5.000 € por escapar de España en patera. La pandemia fuerza movimientos migratorios a la inversa. Marroquíes y argelinos huyen del covid19 y del consecuente parón económico”. ¡¿Cómo estaremos?! ¡Madre mía!

El futuro ya está aquí. Como me estoy yendo de baretas, aquí y ahora, Diario cuarenténico –Dicu. Mi querido, Dicu—finiquito tu propuesta. A lo mejor, te visite puntualmente, pero los muertos y las mentiras, me pueden.


The end

@Anna Genovés
Sábado 25 de abril de 2020
Día 44 de confinamiento



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