Donde menos te lo esperas,
lo he pensado siempre,
si miras por el prisma adecuado,
como una revelación,
puede encontrarse el poema:
este, en concreto,
hace ahora catorce años:
en Bariloche, en Argentina,
en la cima del mundo,
en un refugio de alta montaña,
durante una travesía
vertiginosa por los Andes,
una pareja de cóndores majestuosos
planeando sobre nuestras cabezas,
y el siguiente comentario
del guía de la expedición:
cuando la hembra del cóndor muere,
el macho vuela muy alto,
como un aeronauta suicida,
sube y sube y sube
hasta perderse entre las nubes,
se cierne durante unos instantes en el cielo
para contemplar por última vez la tierra,
y se precipita a continuación
en picado hacia el vacío,
presa del dolor y el desamor,
hasta estrellarse contra las rocas.
Por qué lo escribo ahora,
catorce años después y no en su día,
es otro de los misterios de la poesía.
No importa dónde
ni cuándo la encuentres,
sino la mirada y el prisma.
Y poderlo luego contar.
Vicente Muñoz Álvarez
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