Mi gata se anuda con su propio cuerpo
y un pájaro canta
a las cinco de la madrugada,
en el jardín del vecino
crecen las hierbas histéricas,
los zapatos se quejan
de que no se gastan sus suelas,
el viento no tiene sonido
y todos los árboles armonizan
el silencio perfecto.
La metáfora ha cambiado de canal
a su suerte,
escuchas como cambian los sonidos
en las calles,
te crecen las uñas y el cabello.
Los espejos se han parado y ya
no devuelven rostros.
Un vecino silencioso ha roto un plato.
Un calambre me ha recorrido el cuerpo
esta madrugada
- en el primero lo han escuchado-
Las figuras de papel vuelan por las calles envueltas en basura,
los gatos transitan por el camino majestuosos,
una luciérnaga ilumina el barrio.
La marioneta echa un pulso con la caja
y saca un grito de su garganta,
desesperada.
Duerme el verde tras la tarde y los reflejos.
Tras los cristales, las sombras cotidianas,
miran a sus hijos con desidia.
El viento habla
y la calle...
calla.
Mara Dres
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