Estoy de acuerdo con el escritor francés Charles Nodieren eso que dicen que decía él sobre los libros: “después del placer de poseerlos no hay cosa más dulce que hablar de ellos”, porque esa conversación, ese inventario sentimental e intelectual nos acerca a la parte fundamental de las sociedades: su idiosincrasia.
Las sociedades que no hablan de sus libros están expuestas a no conocerse nunca. La literatura es una suerte de espejo que devuelve al individuo su parte menos conocida y procura reconciliarle con quien es y con el siglo que le ha tocado vivir. Las pocas certezas que podemos defender en Historia tienen su firmeza en la intrahistoria que podemos aprender a través de los textos de los escritores. Seguir leyendo el artículo aquí.
Artículo publicado en el diario La Prensa, 3 de marzo de 2020