Hay estudios que demuestran
que el cuerpo humano brilla,
literalmente
brilla.
No podemos verlo,
es verdad,
porque los fotones
son débiles y tenues,
pero los emitimos
de manera espontánea y rítmica
y nuestro resplandor varía
en función del reloj biológico.
No explican los estudios
si igual que en el universo
nuestros cuerpos brillan
con una magnitud distinta
según quién, cómo y cuándo,
si la luminescencia de una parte
implica el sombreado de la otra.
Cuando soy incapaz
de percibir mi brillo
finjo venirme a cuento
e inesperadamente
me saco a relucir.
Gema Fernández Martínez