ruge la lluvia contra el cristal empañado y la noche tenebrosa ahí fuera, a medio metro escaso de mí, tras la ventana y los tabiques de estas cuatro paredes, todo negrura y oscuridad ahí fuera, pero la luz de mi corazón sigue encendida, no sé muy bien cómo ni con qué combustible, pero sigue encendida, pez abisal, vela en la niebla, y es, pienso contemplando el confín desolado, como si algo crucial e ineludible tuviera que iluminar, otros corazones y cuerpos, sirenas o náufragos en semejantes tormentas, faros destellantes allá lejos, muy lejos, en medio de las tinieblas…
Vicente Muñoz Álvarez,
de Travesía (Chamán Ediciones, 2018)