Se dice que la belleza es
completamente superficial.
Tal vez. Pero al menos, no es tan
superficial como el pensamiento.
Para mí, la belleza es la
maravilla de las maravillas.
Las personas superficiales son las
únicas que no juzgan por las apariencias.
El verdadero misterio del mundo es
lo visible, no lo que no se ve...”
Oscar Wilde
El retrato de Dorian Gray
Esclavos de la belleza
Es obvio que desde tiempos remotos la belleza se
ha impuesto ante otras virtudes, quizá, más admirables. Desconozco qué
resortes de nuestra maquinaria se ponen en funcionamiento cuando admiramos un
óleo que nos parece hermoso, un edificio de belleza singular, un poema que nos
hace llorar de emoción o la perfección de una persona; pero, de seguro, que, si
estamos envueltos de esa aureola mágica denominada belleza, el mundo nos
abre las puertas de par en par. ¡Qué insensatez! A lo mejor, por este motivo,
la Humanidad experimenta un deterioro continuo y progresivo.
Pese a que se han encontrado papiros egipcios
del año 3000 a. C. y tratados sánscritos datados cronológicamente en el 2600 a.
C. en los que se ven intervenciones estéticas, el concepto belleza como tal
–con otras palabras y un significado similar—, amor por la belleza o filocalia,
es una terminología que se recoge en la Grecia clásica con el vocablo
φιλοκαλία. De igual modo sucede con estética, cuya locución griega se acoplaría
a αἴσθησις (aísthêsis), con un sentido próximo a «sensación». De manera muy
acertada, porque, de uno u otro modo, la belleza –no sólo física, sino
también la relacionada con cualquiera de las artes— provoca, dependiendo del
juicio de quienes la valoren, la alteración en alguno de nuestros sentidos.
En el siglo XVIII Alexander Gottlieb Baumgarten
alza la estética a una rama de la Filosofía que se aplica a objetos artísticos
y naturales que provocan un determinado juicio en quienes los juzgan, con ideas
objetivas o subjetivas. A tener en cuenta que, a medida que las sociedades
evolucionan, los cánones de perfección, se trasforman. Esta filosofía
baumgarteniana, a posteriori, influyó en las teorías de Kant y Hegel de manera
muy distinta. Mientras que para Kant entendimiento y razón están unidos por la
estética, para Hegel –que buscaba un sistema filosófico absoluto—, era algo muy
distinto.
Muchos siglos han pasado desde que nuestros
antepasados expresaron sus dudas y credos sobre la belleza, y parece
que cuanta más inteligencia demostraban más la buscaban. Obras como: El
hombre de Vitrubio de Da Vinci, El nacimiento de Venus de Botticelli,
Los cinco sentidos de Hans Makart, El Diadumeno de Policleto, Laocoonte
y sus hijos de Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, entre otras… –de
épocas dispares en el tiempo—, buscaban las proporciones ideales del cuerpo
humano.
Con estos antecedentes es lógico que deseemos
acercarnos a la perfección. Admiremos estos rostros hermosos con unos
cuerpos desnudos perfectamente dibujados o esculpidos: sublimes. Al respecto, hoy
en día, existe una dicotomía social que, en algunos sectores, puede llegar a
ser un tanto kafkiana, pues obras con estilos parejos se tachan de pecaminosas;
sin ir más lejos FB te cierra la cuenta temporalmente si, por ejemplo, escribes
un poema y lo acompañas de un desnudo artístico íntegro. Nos hemos vuelto unos
mojigatos.
Pero, la belleza, es un arma de doble
filo y cuanto más se posee, más se desea y menos se le permite el deterioro, por
pequeño que sea. Cuantas preciosidades –ellos y ellas—, no se desarrollan en
otros campos por culpa de sus atributos visuales. ¿Quién sabe si hemos
perdido genios a tutiplén? Dicen que, detrás de esa apariencia frívola y bobalicona
de Marilyn, existía una persona con un CI de 165, superior al de Einstein o Hawking.
¡Qué mal se lo tuvo que pasar! Y es que, el oficio de tonto es difícil de
interpretar.
En las últimas décadas, los comercios –porque
todo se trata de comprar y vender— de medicina estética y cirugía plástica, han
proliferado como los champiñones. Antes los tratamientos rejuvenecedores
sólo estaban al alcance de las clases privilegiadas. Sin embargo, hoy en día,
con tantas subvenciones, la mayoría de conciudadanos podemos optar a los
mismos. Si un vecino se financia la compra de un coche, de un traje
regional, de un convite y etcétera…, ¿por qué no puede abrirse una línea de
crédito para arreglarse los dientes, injertarse cabello, ponerse rellenos,
quitarse volúmenes, cambiar de nariz, realizarse una otoplastia o inyectarse
bótox? Tenemos todo el derecho del mundo a sentirnos más seductores. El sexo
no importa, tan legítimo es para las féminas como para los varones, los
transexuales o los travestis. En el Hollywood dorado solo podían
permitírselo las estrellas.
Claro está, hay que diferenciar entre cirugía
reconstructiva o reparadora, cirugía estética o cosmética y medicina estética;
aunque, a veces, forman parte del mismo pack. Cuando hablamos de cirugía nos
referimos a una intervención mayor –con quirófano, anestesia general, e ingreso
hospitalario—; mientras que la medicina estética restaura, mantiene y
promociona la belleza mediante técnicas médicas, poco invasivas, en las que se
utiliza anestesia tópica o local y tratamientos ambulatorios.
Este culto endémico de la belleza que
padecemos nos arrastra a querer ser más deseables y ansiar la eterna
juventud o incluso la inmortalidad –otro tema atemporal—. ¿Qué es si no el
Santo Grial? Todo se reduce al miedo a envejecer, a morir y no despertar.
La publicidad y los innumerables adelantos de la
medicina estética son tantos que se han vuelto irresistibles. A precios
relativamente asequibles, podemos rejuvenecer unos años o sentirnos algo más
bellos. Para gustos el Arcoíris que para eso existe. Cada uno puede hacer con
su cuerpo lo que le venga en gana. Eso sí, no está garantizado que los
resultados sean los deseados; de por medio existen muchos factores: las
manos del hacedor, el mimbre del cliente, lo que se busca –a veces con algún
que otro imposible—, las mentirijillas que puedan decirnos, los efectos
secundarios y la vida, más o menos ordenada, que llevemos. La estética se ha
perpetuado en todos los círculos sociales y para todas las edades. Mientras que, en el pasado se
intentaba ocultar los retoques estéticos, en nuestros días, sucede todo lo
contrario: está bien visto que uno se cuide. Opinad vosotros mismos…
No obstante, siempre existirán las críticas de
algunas personas… digamos, malintencionadas o envidiosillas que enjuician a
todo hijo de vecino que se haya hecho algún que otro arreglito. Recuerdo que
cuando vi el film Striptease, aparecía una Demi Moore escultural que
bailaba fenomenal para el público. Mis amigas, dijeron: «Para todo lo que lleva
no está tan perfecta como dicen por ahí…». Y yo, que siempre he sido tímida y calladita
–hablando, escribiendo ya veis que no me muerdo la lengua—, contesté: «Ya
quisieras estar la décima parte de espectacular que está Demi. ¿O no?». (Silencio absoluto).
Si pasáis de la medicina estética, dabuti. Pero, el
respeto y la libertad, lo primero.
©Anna Genovés 1/11/2019
Revisión sábado seis de mayo de 2014
*Si vives en Valencia o Castellón, mi recomendación:
Juan Pablo Cisneros Urdaneta
💉Médico Estético COMV 4623085
👨Implantologia Capilar 🇪🇸🇻🇪
🔹valencia : 📞 641 54 31 22
🔹castellon:📞 643 89 23 77
@drjpcisneros @drjpcisneros_capilar
www.dermia.es
El doctor Juan Pablo Cisneros tiene su consulta en la Clínica Malilla de Valencia