CASI CON temor me acerco
a la rara ilusión y al vacío necesario.
Vidrios de colores que romperle
en su nariz al último cobarde
que desgaja mis piernas sin ahínco.
Con acritud, el enfermo
recoge sus grises toallas
empapadas de plasma y de sudor,
o cree en su ternura como en fusiles
de cartón que fueron suyos.
Una noche más que acaba
inútilmente con mi fuego.
Escribo entonces al azar
en otra carne que escuece
tanto herir.
Luis Miguel Rabanal