17 / 08 / 2019 Presentación de La casa (Noelia Palma), Biblioteca Municipal de Morón





Gracias, Malala Coppié por las fresias. 





“La casa” de Noelia Palma
por Viviana Abnur



“Por fin un hogar
 Por fin una silla y unas pieles,
una ventana,
para ver desfilar sin estremecerme
al blanco ejército del invierno”
Almudena Guzmán deEl príncipe rojo”


Quién pudiera filtrarse junto a  un rayo de luz, por la ventana de una casa, por ese ojo ciego y ser testigo privilegiado,  de cómo la luz se expande, ocupa su lugar, invade los rincones, y barre, ahí, donde el silencio y las sombras creían que reinaban.
 O bien, quién pudiera cuando la luz no llega,  no irrumpe, traerla a la casa, desde un lugar lejano, buscarla en la memoria como a la leña, y así,  prender el fuego de ese día, la llama cotidiana.
Y tal vez cuando se acerca la noche, y hace frío, salir al patio a encender un cigarrillo, para sentarse a mirar cómo el fuego del día dio sus frutos, y el deseo, y el amor, se conjuran y son escudo certero frente  al humo que se anuncia.
Entonces en voz baja, para no desoír al instante, una se pregunta ¿será cierto?

Adentro, puertas adentro es sabido, al fuego hay que cuidarlo. Por eso dice Noelia:

Hace frío en la casa.
En las ventanas,
en los libros,
en las manos de mi hija mientras duerme
Enciendo las hornallas
Hace frío incluso si enciendo las hornallas
Hace frío y es otoño en el patio
apenas oscurecido por la noche
y en el árbol que ya ni siquiera
tiembla
Frío. Y las hornallas
están prendidas
Y lleno la pava con agua
y el fuego calienta el agua
Silba la pava con el agua hirviendo
Avisa que hace frío y es un alto
en la madrugada. Un destello
Quizás
esta noche encienda la sangre azul de los reyes
Silba la pava
Nadie más silba.



¿Qué sostiene las paredes de una casa? ¿Qué sostiene a la luz, y a esta llama ahora que el fuego se apagó, y sin embargo sigue ardiendo?

En otro poema parece responder:

Ese pino en el patio quedó en silencio
Silencio hondo como si hubiera sido atormentado
por la alegría de una tarde
donde algunas mujeres leen libros
o cortan el pasto.
Atormentado por los perros
que escarban alrededor desollando
silencio y ladrando
para soportarlo.
Atormentado por la mariposa
que pasó de largo.
Me pregunto si sus huesos lo sostienen
como paredes hechas
de sueño y derrumbe

bajo el sol del mediodía.

Pero la lumbre nos reclama, y ya no hay tiempo para la duda. Otra vez habrá que comenzar.
Una casa es un mundo, un mundo para habitar, un mundo para tratarnos con cuidado, para amar.
¿Cómo es posible haber habitado tantas casas? ¿Haber abierto tantas puertas, haberlas dejado atrás?
Ahora que el milagro se revela, y es este instante, este lugar que habito, este hogar, mi casa, tranquilos nos dice Noelia, que es cierto, y voy a quedarme aquí.



***




La casa o las diferentes formas de la ausencia

por Paula Novoa

El libro que hoy nos reúne se titula La casa, a primera vista “casa” es una palabra simple. Cuando a mis estudiantes les pido que digan un sustantivo, este término estará dentro de los primeros que nombran: “perro, silla, mesa y casa”. Siempre, no falla. Sin embargo, detrás de este vocablo tan cotidiano y cercano hay una historia. En principio, casa/ae es una voz latina que literalmente significa cabaña, choza. Los romanos llamaban de esta manera a las construcciones más rudimentarias, mientras que para denominar lo que hoy conocemos como casa, usaban el término domus/us. En su diccionario de símbolos, Biedermann explica que desde el final del nomadismo de cazadores de la época glacial, es el símbolo del medio existencial para los hombres que se volvieron sedentarios, construida casi siempre según reglas de orientación cósmica. El filósofo vienés también hace referencia a El lenguaje de los sueños de Ernst Aeppli, que afirma que lo que ocurre en la casa, ocurre dentro de nosotros. Somos a menudo la casa. Ahora, ¿qué connotación tiene para Noelia Palma esta palabra?
El libro está organizado en tres momentos y en tres espacios geográficos: Buenos Aires, Barcelona y Millewa. La poeta construye una voz que no es sedentaria, que se traslada espacialmente. Cada uno de los apartados que conforman La casa comienza con el mismo poema, al que llamo “poema brújula”, pues en este recurso observamos cómo el yo lírico vuelve a la misma búsqueda para la construcción de la casa en cada una de las ciudades.

¿Entonces era cierto?

La luz en esta casa
filtrándose
por las pequeñas rendijas
rebuzna

todo el silencio.

La traslación espacial que propone Palma, en oposición al sedentarismo que da origen al símbolo mencionado, se debe a que la casa no siempre es habitable.  Muchas veces es una forma de huir. Sin embargo es una construcción en la que deseamos anclar por doloroso que sea. ¿Qué es lo que busca la voz poética? Cristalizar la esperanza. Continuando con el juego etimológico la palabra esperanza deriva de esperar, del latín sperare. Entonces, cristalizarla significaría terminar con esa espera. La búsqueda recorre todo el libro, los tres espacios, los tres momentos. Pero la esperanza no logra nunca esa cristalización:

“Esta casa no sostiene la esperanza”.

Manifiesta en “Buenos Aires”:

Querido, si la esperanza dijera
todavía
que está asustada, que no sabe cómo ejercer el rostro
propio

En “Barcelona”:

esa esperanza
que no sé contarte
porque no es una leyenda.

En “Millewa”:

Al mismo tiempo, y de acuerdo con Aeppli, la casa es la voz poética:

Nada interrumpe el llanto.
Estoy lavando los ojos de la casa.

Aquí radica también la posibilidad de traslación, “en donde yo esté estará la casa”, pareciera afirmar el yo lírico.
La casa en Buenos Aires está terminada, pero es un lugar inhabitable:

Y mientras las hojas de ese árbol
son suavemente maltratadas
por la lluvia
mientras cada lugar se transforma
en algo inhabitable
te pregunto:
¿por qué este fulgor
destruido,
este diente resquebrajándose,
este brazo haciendo señas
en un rincón?
En Buenos Aires está clara la presencia de la madre y de la hija, pero aparece la figura del padre que siempre es ausencia. Incluso su mención es a través de una sinécdoque:

floreció el hueso del padre/
(¿o era el pasado?)

Por lo contrario, la figura de la madre está fusionada con la voz poética:

Si mi madre muriera
yo también moriría.

¿Quién de nosotras
se atreverá
a inclinarse
para llorar sobre la tumba?

Y la hija sobreviene de una imagen espejada:

Las dos nacimos cortadas
por una tijera,
llenas de espuma y vérnix.

Luego, en Barcelona, encontramos una de las formas del amor y también de la ausencia. Es a través del arte que el yo lírico pretende tapar las paredes manchadas por la humedad. Sin embargo, como ya indiqué, la esperanza no logra un rostro propio, la búsqueda continúa, pero “la noche cae sobre todo lo que vive”.
En Millewa, la figura del ángel sobrevuela los poemas y la hija se presenta como última herida para retener el mundo. Aquí la voz poética manifiesta la promesa de quedarse. La ausencia toma forma de ángel. De pronto los gestos son rituales. La casa es también huir, me confiesa Palma. Es hacia Millewa que se huye esta vez y en donde la voz poética promete anclar:

Cómo es posible, Querido,
Haber habitado tantas casas,
Haber abierto sus puertas deplorables.

Tranquilo, voy a quedarme aquí.
Mi hija, la herida pequeña con la que retengo el mundo, llama.

Su voz revuelve las entrañas de la noche.

Voy a quedarme aquí.

         La voz que Palma construye a lo largo de toda su obra siempre nos cuenta una historia. La de la ausencia. A través de la elipsis y de la polisemia exige al lector atención para reponer el relato. Noelia es una poeta que demanda. Somos nosotros como lectores quienes debemos quitar el velo, descubrir.
Paula Novoa, Francisco Álvarez, julio de 2019

Bibliografía consultada
BIEDERMANN, Hans: Diccionario de símbolos, Paidós, México, 1996

Diccionario Ilustrado VOX Latino – Español, Español – Latino, España, Biblograf, 1995 



*Durante la presentación leyeron poemas del libro Alejandro Mendez Casariego, María Laura Coppié y Pamela Tana


Aquí uno de los poemas leídos por Alejandro Mendez Casariego de la primera parte, Buenos Aires: 



10


Extiendo los brazos
en el pequeño gesto
de un recién nacido.

Me deslizo por la espalda de mi hija.
La luz y los grillos filtran aire y espuma.
Las dos nacimos cortadas
por una tijera,
llenas de espuma y vérnix.

En su espalda envejece mi rostro feroz,
humeante.

Construyo en forma de plegaria
las paredes de la historia.

Nada interrumpe el llanto.

Hay una quietud en su cuerpo,
en sus huesos,
en su cabello:
infinita.

Nada interrumpe el llanto.
Estoy lavando los ojos de la casa.



Aquí uno de los poemas leídos por María Laura Coppié de la segunda parte, Barcelona:


14

Era necesario
olvidar en la otra casa
los detalles,
las cosas que se dicen,
la luz desparramada
en el vientre.
Rehacer las calles
con la mirada tibia
y traer cada mañana entre las manos
un ramo de albahaca fresca.
Querido, si la esperanza dijera
todavía
que está asustada,
que no sabe cómo ejercer el rostro
propio.
Si dijera tu nombre
para maldecirte
y olvidara
el corazón sobre la mesa
y con un martillo pudiéramos
vengar sus apariciones fugaces
qué maravilla
qué maravilla.



Aquí uno de los poemas leídos por Pamela Tana de la tercera parte, Millewa: 


21

Los vestigios de luz
hicieron siempre que
su disparo apenas colorido no sea más
que una estampida del silencio.

No me atrevo a plantar amapolas
en el lugar donde el ángel
quedó encallado.

Afuera está el río Murray y sus
pájaros muriéndose de envidia.
Ninguno de ellos jamás tendrá
ni siquiera
la certeza de la caída.
Sin embargo el ángel ya no se mueve.
El ángel sigue aquí. Ceñido como un pañuelo
dorado,
como la voz antigua
de la desolación.



*Gracias, Fernando Rojas, por venir a cantar a capella Lejana tierra mía. 

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