BRÚJULA, PECADO & ROCK AND ROLL por NATACHA G. MENDOZA




BRÚJULA

Existe un mapa no dibujado, una especie de guía invisible. Hay gente que lo llama “destino”. Uno anda despistado, o mejor dicho, a uno le caminan las horas, así, todas tras una, y viceversa; se amontonan los días, los meses. Entonces desde el extremo opuesto del planeta, otra persona, da un paso sobre el otro, y el tiempo le cae por la cintura, o por el ceño, qué más da. De pronto, el mapa, se arruga por el norte, quizá un estruendo, un choque, dos pares de ojos que se miran; entre tanta calle, tanta bomba, y esos niños con el balón. Todo es lunes en hora punta, pero allí siguen, detenidos, con la brújula en sus pechos, latiéndole un final para ese camino.


PECADO

Mis pecados hablan de ti. Y me hice santo cuando dejé de mirarte. Fue difícil vivir en ese estado, medio ausente, medio Dios. Uno nunca termina de acostumbrarse a lo celestial, todo tan intangible, tan poco sucio. Me gusta más mi sofá, sus remiendos, el viejo televisor que aún se deja ver. En el frigo, pase lo que pase, estará ella, rubia, fría. No nací para los milagros, el vino mejor en barrica y los peces, pues que lo intenten en cualquier mar. Me dará igual si regresas algún día, abriendo esa puerta como si nada hubiera pasado... no me importará un carajo la luz que desprenderá tu cuerpo, no te miraré. Estaré donde siempre me dejas al irte; intacto, en esa especie de altar, donde de vez en cuando te arrodillas para recordar todo lo que me has adorado.


ROCK AND ROLL

La vecina del quinto, ha vuelto a insinuarme en el ascensor que pongo la música muy alta. Intenta ser sutil. Pero sé que me odia irremediablemente. A veces deseo que el ascensor se desplome cuando bajo en mi planta y las puertas se cierran con esa sonrisa forzada que me dedica. Pienso en las cadenas, en el mecanismo del maldito aparato que la está llevando al piso cinco. Mientras abro la puerta, puedo escucharla llegar sana y salva a su rellano. Siempre existe un silencio, porque ella, que es una bruja, se queda esperando a escuchar mi portazo. Hoy no pondré música. Creo que desenterraré mi viejo saxo. Aunque debería buscarme un novio y dedicarle una sinfonía extensa. Quién sabe, esas máquinas que suben y bajan durante años, pueden desplomarse algún día... en cambio mi rock nunca bajará.


Natacha G. Mendoza



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