PELÍCULAS QUE ERIZAN LA PIEL: Entrevista en Diario de León.



El escritor Vicente Muñoz acaba de culminar su trilogía sobre el cine. J. CASARES -

«La sociedad capitalista alienta el miedo»

Nno hay nada que paralice más que el miedo y Vicente Muñoz ha reunido en su último libro las mejores maneras de conjurarlo. ‘Películas que erizan la piel’ propone un paseo por sus títulos preferidos, con paradas en clásicos como ‘Vértigo’, pero también cintas desconocidas e ineludibles.

CRISTINA FANJUL / Diario de León, 16/06/2019

Con portada de Miguel Ángel Martín, Vicente Muñoz se sumerge de nuevo en el mundo del cine de terror en Películas que erizan la piel, un trabajo con el que cierra la trilogía de Cult movies y en el que propone una guía a través de las tribulaciones cinematográficas que nos obligan a mirar el terror cara a cara.

—¿Qué tipo de terror aporta el cine que no se dé en la literatura?

—Obviamente, el visual, con todo lo que ello implica, que no existe, salvo en la imaginación del lector, en la literatura. Una imagen, según dicen, vale más que mil palabras, y en cierto modo así es, aunque no menos cierto es también que las palabras a veces logran transmitir con mayor intensidad imágenes que la pantalla no capta con tantos matices. Dependerá de la pericia e intenciones de cada director, en suma, el resultado final de la película. En el género de terror, además, donde lo visual es a veces lo más importante, por encima incluso del propio argumento, este aspecto es aún más determinante que en otro tipo de cine.

—¿Cuánta literatura hay en las películas con las que has cosido el libro?

—Muchísima. Una de las peculiaridades de este libro es la interconexión de todas las películas que comento con autores y obras que han sido básicas para mi formación. Como ya he dejado bien claro en el prólogo, no soy crítico de cine, soy narrador y poeta, y por lo tanto este libro (y los dos anteriores de la Trilogía: Películas para llevarse al infierno y Películas para la penumbra) no es la típica guía cinéfila al uso, sino más bien el diario de cine de un escritor, donde comento apasionadamente las películas que a lo largo del tiempo más me han impactado y sus conexiones con las obras literarias de donde proceden. No las mejores de la historia del cine, que todo el mundo conoce, sino las que por uno u otro motivo, al margen de su calidad y presupuesto, más me han impactado y yo considero que nadie debería dejar de ver. Me interesa más descubrir al cinéfago un tipo de cine, de serie B o Z, independiente, de culto o como queramos llamarle, desconocido por la gran mayoría, que analizar las mejores películas de la historia del cine, que requerían un listado a parte y sobre las que hay ya mucho escrito.

—¿Estas películas encierran más miedo o más terror?

—Depende, supongo, del concepto que cada uno tenga del miedo o terror, de lo que le provoque más angustia y entronque con sus fobias y paranoias íntimas. Yo soy, en todo caso, más de miedo que de terror, y las películas que reseño en este libro son, en gran parte, de terror psicológico, que es el subgénero del horror que más me interesa. Más de obsesiones que de monstruos y de insinuar que de mostrar, en suma.

—¿Hay que aprender a tener miedo?

—Todo en realidad es aprendizaje en esta vida, desde que nacemos hasta que morimos, y de todas nuestras experiencias, sensaciones y emociones, vamos aprendiendo y conformando progresivamente nuestra personalidad. El miedo es, parafraseando a H.P. Lovecraft, la emoción más antigua del ser humano, y el miedo más antiguo de la humanidad es el miedo a lo desconocido, que además de provocarnos escalofríos, nos ayuda a protegernos de ciertos monstruos, reales o imaginarios.

—¿A qué tienes miedo tú?

—Al dolor y la agonía, sobre todo, mucho más que a la muerte en sí, que es inevitable. Y a otras muchas cosas también: perder el trabajo, los principios, el honor, la ética y la identidad, etc, cosa que esta sociedad capitalista sin duda alienta y favorece.

—¿Crees que en ocasiones utilizamos el miedo para no ver lo que genera terror de verdad?

—Tal vez, porque quizás conjurando a nuestros propios fantasmas logremos exorcizarlos, y situándonos frente al miedo logremos acostumbrarnos a él. O simplemente por la política del avestruz: meter la cabeza debajo del brazo para no ver el horror que realmente nos rodea.

—¿Quiénes son los maestros y por qué?

—La lista sería muy larga, pero si tuviera que elegir a uno solo, sin duda sería a Edgar Allan Poe, el padre del terror moderno, que fue el primero en dar al miedo una forma acorde a nuestras más bajas pasiones (El corazón delator, La caída de la Casa Usher o Ligeia son buen ejemplo de ello), sustituyendo los fantasmas tradicionales de la literatura gótica por otro tipo de entidades y presencias que nacen de nosotros mismos, de nuestro interior y de los miedos más arraigados en la psique colectiva.

—¿No hay nada como el miedo gótico?

—Seguramente sí, y de hecho el terror gótico está hoy ya prácticamente en desuso, pero siento predilección por ese género literario y sus artífices: Horace Walpole (El Castillo de Otranto), Matthew Gregory Lewis (El monje) y Charles Maturin (Melmoth el errabundo), la trinidad gótica por excelencia, que de adolescente me erizaron como pocos la piel y son parte de mi educación sentimental.

—¿Cómo cambió el género Poe? ¿Es el primer autor cinematográfico?

—Sustituyendo, precisamente, los fantasmas y obsesiones del terror gótico por otros de carne y hueso y horrores que nacen de nosotros mismos, no del exterior. Los tres relatos que antes mencioné son buen ejemplo de ello: ahí no hay monstruos ni fantasmas entendidos como tales, sino obsesiones arraigadas en nuestro subconsciente, que nos arrastran a la locura y al crimen o la desesperación. No sé si fue el primer autor llevado a la pantalla grande, seguramente no (Nosferatu, de Murnau, inspirado en Drácula, de Bram Stoker, sin ir más lejos, es de 1922), pero por si acaso yo abro este libro reseñando La caída de la Casa Usher (uno de los relatos más terroríficos, a mi juicio, de todos los tiempos, y el que más veces he leído en mi vida) de Jean Epstein (1928), una maravilla del cine mudo.

—¿Cómo ha evolucionado el cine de terror?

—Al mismo tiempo que han ido evolucionando también los efectos especiales: haciéndose cada vez más truculentos y explícitos, y pasando de sugerir e insinuar (el productor Val Lewton, por ejemplo, era experto en eso) a mostrar en primeros planos cada vez más sangrientos y aterradores.

— ¿Por qué tantas películas de los años sesenta?

—Por varios motivos: el primero y más importante para mí, porque esos años fueron los de mi infancia y adolescencia, en los que se gestaron mis fantasmas y miedos, que llevo arraigados en mi subconsciente como la bola de hierro de un presidario. Y también, sin duda, por mi pasión por los movimientos contraculturales, psicodélicos y revolucionarios de aquel tiempo, que me hace ver con indulgencia y nostalgia las películas rodadas en este período de experimentación y de cambio.

—¿Quién es el genio absoluto del terror?

—Volviendo a lo que antes comentaba, si tuviera que elegir a uno solo, sería Edgar Allan Poe. Sin olvidar a H.P. Lovecraft, por supuesto, otro de los grandes e imprescindibles, Arthur Machen, Algernon Blackwood, M.R. James, Guy de Maupassant, etc. Eso en la literatura. En el cine, la cosa andaría entre Mario Bava, puro efectismo y pasión, y David Cronemberg, profeta de la Nueva Carne, aunque podría añadir otros.


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