Segunda parte de la Trilogía de Bill Hodges, cuyo título en castellano deja bastante que desear si nos fijamos en el original: Finders Keepers, convertido aquí en Quien pierde paga… Para quien no haya leído aún el libro anterior, conviene no contar mucho, salvo que ambos están relacionados por los personajes principales, pero también por las víctimas de la masacre del primer libro. En esta ocasión todo gira en torno, como en Misery, a la obsesión de un psicópata por un escritor y el personaje al que (según el psicópata) ha acabado traicionando. En mi comentario del libro anterior preveía que éste me iba a gustar aún más y así ha sido: sobre todo por su primera parte (la novela está dividida en tres), en la que se reconstruyen algunos eventos que transcurren a finales de los años 70, y esto es algo para lo que, a mi entender, Stephen King está muy dotado, aunque nunca suele señalarse en las reseñas sobre su obra: su capacidad para hablarnos del pasado de algún personaje, bien sea de su infancia o de su juventud, y que conforma el tuétano de muchos de sus libros (pienso, por ejemplo, en el relato "El cuerpo" y en novelas como It o 22/11/63). Son paseos por una cultura y por unas costumbres que, suponemos, suelen provenir de sus propias vivencias, y que logran que cada historia adquiera la consistencia necesaria para familiarizarnos con los personajes. Aquí va un pasaje sobre la lectura:
Para los lectores, tomar conciencia de que son lectores es uno de los descubrimientos más electrizantes de la vida: de que son capaces no solo de leer (eso Morris ya sabía), sino además de enamorarse de la lectura. Perdidamente. Con delirio. El primer libro que ejerce ese efecto nunca se olvida, y cada página parece traer una revelación nueva, una que abrasa y exalta: ¡Sí! ¡Así es! ¡Sí! ¡También yo he visto eso! Y por supuesto: ¡Eso pienso yo! ¡Eso SIENTO yo!
[Plaza & Janés. Traducción de Carlos Milla Soler]