Anoche tuve una terrible pesadilla. Mi sien se licuaba en rizos de almohada que sólo almohadillaba mi febril subconsciente, y soñé que me habías arrebatado el sexo. Mi sexo, ese arma de flama sintética y músculo sin caverna, te pertenecía ya, sólo, a ti, y yo no podría nunca jugar a organizar el Lego de su mecánica incorrecta. Me palpaba la entrepierna, una y otra vez, en sueños, y mis dedos horrorizados conocían cráteres de vacío... porque mi sexo ya no estaba en el lugar que le corresponde. Ni en ningún otro. Tú te lo habías robado, para espanto de mi lubricidad y sorpresa de mi pantalón pijama.
Ha sido una noche horrible... imagínenlo por un instante.
Luego, tarde, la mañana ha llegado desvencijando persianas y aullando automóviles. He salido de la cama a duras penas. Y contra duras penas duro pene que no existe, camino del cuarto de baño, carente de la erección matutina, esa alquimia de líquidos retenidos y subconscientes erectos no, no existía. Me he asomado al espejo por descubrir querellas de afeitado y noches jugando escondite en mis ojeras, por descubrir que sigo siendo el mismo que anoche, soñando, se acostó a tu lado.
La realidad, atronadora, me ha descubierto que lo de anoche no fue pesadilla. Me has arrebatado el sexo, amor, y ya no sé qué hacer hoy ni si merece la pena correr tras los taxis que nunca podré pagar para no llegar tarde al trabajo. ¿Para qué trabajar? ¿Qué trabajo?
Hoy he descubierto que lo que siempre soñé no es más que urdidumbre de espanto que troca pesadilla cuando lo real me viene. Y es que hoy, amor, he descubierto que es tuyo, mi sexo. Y lo imagino latiendo mi ausencia de latido, cual juguete infeliz jugando a nada en la hendidura feliz de tu vientre, programando nataciones tristes en la bajamar de corre que te pillo de tu exceso.
Hoy he descubierto que mi sexo es tuyo, y lo imagino perdido en el estómago de tu bolso, entregado a orgías de papel moneda, moneda de cara larga, cara de carné de identidad y besos en el esmalte grueso de tu pintalabios, al que inventa felaciones de ayer y sonrisas de antaño.
Hoy he descubierto que mi sexo es tuyo y se retuerce por acariciar tus noches de tomillo y miel usada, perdido en el fragor de tus axilas para desodorizarte placeres que no tienes ni deseas pero que yo, ya carente de mí, te anhelo.
Hoy he descubierto que mi sexo es tuyo, amor, y lo comprendo tumbado en un diván, inventando frente a ti psicologías que expliquen la caricia de pétalo de tus dedos sabios en su dureza de mármol inverso y rosado.
La tarde descubre a Munch gritándome desde el espejo y ahora, en la nueva noche, perderé las manos entre mis piernas, en ese abismo que has dejado desde que te me has llevado el sexo, y te pensaré gozando, tan sola, tan con lo mío tan sin mí tan sin nosotros.
Pablo Cerezal, del blog Vislumbres del Dorado.