Uno de los propósitos que nos hacemos cuando empieza el nuevo año es comenzar a escribir una novela. Estamos casi en el mes de marzo, y seguro que alguno ya ha arrancando con una historia pero está atascado en el inicio. ¿Tienes una gran historia pero el comienzo se te está haciendo cuesta arriba? En el libro El arte de la ficción, de David Lodge, (Ediciones Península, 2011), te dan algunos consejos.
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- Una novela puede empezar con una larga descripción, un paisaje natural o urbano que, normalmente, va a ser el principal escenario de la historia.
En la época que nos ocupa reinaba en las ciudades un hedor apenas concebible para el hombre moderno. Las calles apestaban a estiércol, los patios interiores apestaban a orina, los huecos de las escaleras apestaban a madera podrida y excrementos de rata, las cocinas, a col podrida y grasa de carnero; los aposentos sin ventilación apestaban a polvo enmohecido; los dormitorios, a sábanas grasientas, a edredones húmedos y al penetrante olor dulzón de los orinales. Las chimeneas apestaban a azufre, las curtidurías, a lejías cáusticas, los mataderos, a sangre coagulada. Hombres y mujeres apestaban a sudor y a ropa sucia; en sus bocas apestaban los dientes infectados, los alientos olían a cebolla y los cuerpos, cuando ya no eran jóvenes, a queso rancio, a leche agria y a tumores malignos. Apestaban los ríos, apestaban las plazas, apestaban las iglesias y el hedor se respiraba por igual bajo los puentes y en los palacios. El campesino apestaba como el clérigo, el oficial de artesano, como la esposa del maestro; apestaba la nobleza entera y, si, incluso el rey apestaba como un animal carnicero y la reina como una cabra vieja, tanto en verano como en invierno, porque en el siglo XVIII aún no se había atajado la actividad corrosiva de las bacterias y por consiguiente no había ninguna acción humana, ni creadora ni destructora, ninguna manifestación de vida incipiente o en decadencia que no fuera acompañada de algún hedor (El perfume, Süskind).
- Una novela puede empezar en medio de una conversación.
—¿Así que los chicos no han bajado todavía —preguntó Ellen Edgeworth. Su esposo le volvió una mirada antes de volverse hacia la ventana.
—¿Así que los chicos no han bajado todavía? —repitió ella con tono más inquisitivo.
El señor Edgeworth se llevó la mano al cuello de la camisa para ajustárselo.
—¿Así que has sido el primero en bajar, Duncan? —dijo su esposa, como si pretendiera reformular su comentario en una frase más aceptable.
(Una casa y su dueño, Ivy Compton-Burnett)
- También puede empezar con una descripción del narrador.
Llamadme Ismael. Hace unos años —no importa cuánto hace exactamente—, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación (Moby Dick, Herman Melville).
Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales. Sólo voy a hablarles de una cosa de locos que me pasó durante las Navidades pasadas, antes de que me quedara tan débil que tuvieran que mandarme aquí a reponerme un poco. A D.B. tampoco le he contado más, y eso que es mi hermano (El guardián entre el centeno, J. D. Salinger).
- Con una reflexión filosófica.
El pasado es un país extranjero, allí hacen las cosas de otra manera (El alcahuete, L.P. Hartley).
- Se puede poner al personaje en apuros desde la primera frase.
Hale sabía que pensaban asesinarle antes de que hubiera pasado tres horas en Brighton. Con los dedos sucios, las uñas mordidas y unos andares cínicos y un tanto bruscos, cualquiera podía adivinar que no era de allí. Pertenecía, en realidad, al populacho dominguero atraído por el primerizo sol estival y por el fresco relente desencadenado por el mar de aquel domingo de Pentecostés (Brighton Parque de Atracciones, Graham Greene).
- O comenzar con una historia marco que explique cómo fue descubierta la historia principal.
La historia nos había mantenido alrededor del fuego lo suficientemente expectantes, pero fuera del innecesario comentario de que era horripilante, como debía serlo por fuerza todo relato que se narrara en vísperas de navidad en una casa antigua, no recuerdo que produjera comentario alguno aparte del que hizo alguien para poner de relieve que era el único caso que conocía en que la visión la hubiese tenido un niño (Otra vuelta de tuerca, Henry James).
Seguro que ya habéis cogido algunas ideas para el inicio de vuestra novela. Y ahora os pregunto, ¿de qué manera comienza la novela que estáis leyendo ahora?, ¿se ajusta a una de estas 7 formas de comenzar una novela?