He aquí dos joyas que me leí seguidas, y que ya apenas se ven en las librerías. Especialmente Escalada, para mí superior a los relatos de Camino nocturno. Existe, al menos, otro libro de Ludwig Hohl en español (Matices y detalles), pero salió en la desaparecida editorial DVD y hoy ya es imposible de encontrar. De Hohl se cuenta que vivió durante muchos años en un sótano, escribiendo con infinita paciencia obras que tardaba años en concluir. Fue un autor muy admirado (según nos cuenta la nota biográfica que incluye cada volumen) por Max Frisch, Peter Handke y Friedrich Dürrenmatt, entre otros.
Camino nocturno contiene 9 relatos: precisos, misteriosos, raros, alguno que otro de corte fantástico, como "El erizo"; alguno parece sólo un esbozo, pero contiene la suficiente fuerza y la suficiente dosis de enigma para que uno lo relea. Escalada es la historia de dos hombres tratando de subir a una montaña, con todo el esfuerzo, la energía, la locura que eso implica; Hohl logra que el lector sienta la impotencia, el agotamiento, la lucha dolorosa y el sueño de estos dos montañeros que quieren coronar una cima de los Alpes.
Si veis por ahí alguno de los dos, no dudéis en comprarlo. O en pedirlo prestado a la biblioteca. Sobre todo Escalada, que es una pieza de primer orden: apenas 100 páginas de narración minuciosa y precisa, del que aquí va un extracto:
Por la mañana se efectúa el primer ascenso a través del ralo bosque de montaña siguiendo un camino que serpentea, por una pendiente larga y empinada, transida por la luz y el aire, todavía fresca, aunque ya se sienten los primeros calores. Delante va Ull, detrás el alto y enjuto Johann, pero no avanzan del mismo modo: ambos van inclinados, pero más el primero, con movimientos más flexibles, casi un punto indolentes: es un buen montañero; el segundo, por el contrario, carece de flexibilidad, se afana con ahínco, como si tuviera que patear la montaña: es un mal caminante.
Pronto brota un sudor leve; les aprietan las correas de las pesadas mochilas, también en alguna parte de los zapatos, del cinturón o de cualquier otra prenda; el so-nido uniforme de las rasposas botas claveteadas, del piolet sobre la roca y de las piedras al rodar, y el camino que parece no ascender hacen que la fatigosa marcha sea igual que la de otros muchos, que la de centenares de personas. Desde la nava les llega el murmullo o ligero bramido de un arroyo, a veces no se oye, otras es más perceptible. Una hora, dos, más... el ascenso parece eterno.
[Editorial Minúscula. Traducciones de Rosa Pilar Blanco]