CRÍTICA DE TODOS LOS PUTOS DÍAS: JULIO CASTRO

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Vaya par de semanas con críticas increíbles a mi último libro Todos los putos días, esta vez la que aparece en La República cultural. Quiero agradecer públicamente a Julio Castro su amabilidad y sobre todo la meticulosidad con la que se ha adentrado en el mundo de la protagonista. A raíz de esta reseña me doy cada vez más cuenta de que uno escribe pero en cuanto se publica ese texto deja de ser propio para ser de los lectores o, mejor dicho, de cada lector. Algunas impresiones formaban parte de mi objetivo al escribir, pero otras ni se me pasaron por la cabeza, aunque es posible que estuvieran ahí. En cualquier caso, muchas gracias por mostrarlas.
Para los que no conozcáis la revista os la recomiendo, ya que desde 2007 aporta contenidos relevantes desde la premisa de que la libertad nos hará libres. En octubre publiqué el artículo “Novela histórica vs novela historiográfica” sobre la obra Azaña Carlos Rojas. Sin  más preámbulos, os dejo con la reseña. Contadme ❤

Entre la rebelión del deseo y el miedo al fracaso

Supongo que rara vez nos paramos a pensar en la realidad, nuestra realidad vital, de una manera plana, desde arriba, sobre las cabezas de lo que nos está ocurriendo, porque cuando al hacerlo se corre el riesgo de descubrir que todo gracias, a su necesaria aleatoriedad, discurre de manera absurda, sin ton ni son, sin posibilidad de crear el espacio narrativo argumental que un relato, una novela o una dramaturgia pueden alcanzar.

Ese mundo del absurdo es el que choca frontalmente contra el intento argumental de la vida de Irati, la protagonista de este relato de Berta Delgado Melgosa, que intenta descubrir el pasado de forma lineal y consecuente, a fin de poder proyectar un trazo argumental de inmediato en su vida. Lo cierto es que en el relato no sabemos si conseguirá lograrlo, pero debemos ser conscientes de que en la vida real no lo será.

Abrumada por el miedo y el deseo de su odio hacia su amiga Blanca, que acaba de morir en un accidente, descorre las cortinas que tratan de explicar y motivar en su propia envidia de la perfección que idolatra, los sentimientos y las acciones que han guiado sus años vitales desde la infancia y la juventud. Entorno a ella intenta pivotar a su pareja, Manu, y a su deseo irrefrenable, Jon, mientras que la realidad le devuelve un reflejo en el que es ella la que corre hacia posiciones diferentes de las que desea, antes que los otros hagan cola a la puerta de sus imaginaciones.

El relato, narrado en primera persona y casi con la urgencia del personaje por encima de la propia autora, es interesante en sí mismo, atrae para adentrarse en él y alcanzar un desenlace que tampoco logrará la misma Irati, porque la vida siempre es el siguiente paso. Pero esa urgencia parece dejarnos entrever la necesidad de Berta por deshacerse de una historia algo agobiante, asfixiante para el hábitat más inmediato de su protagonista y realmente incómodo en el análisis de sus consecuencias fuera del libro: no es un libro de autoayuda, que es lo que precisamente busca Irati en sus confesiones y reflexiones, sino una mera exposición en la que desangra su frustración. Cuando parece hablar de la vida en común, realmente está desgranando el problema del propio ser de Irati, pero cuando entra en el mundo del deseo personal, surgirá fácilmente el miedo al fracaso que cualquiera tendría.

Tanto en el desarrollo, como en la mirada de su protagonista, el argumento parece estar haciendo alusión al “mito de la caverna”, de Platón, porque vive sumergida en su propio mundo, en su propia ceguera, guiada por la sombra de una existencia que desea y que ella misma destruye a su alrededor, aunque a diferencia del mito, y al igual que en nuestra sociedad, es consciente de que existe un mundo diferente fuera del que sólo se nutre de un reflejo desvirtuado por su mirada, y al que no sabemos si finalmente será capaz de enfrentarse.

La reflexión llena la mayor parte de la historia, si bien encontramos breves diálogos urgentes, que muchas veces no sabremos discernir si reales o imaginados. El personaje se debate entre la desidia, el descaro de su voluntad y el fatalismo de su imaginación impuesta. Ya sea desde el punto de la narrativa, como desde el del análisis de su argumento, pese a su brevedad para un volumen, logra captar el interés de su lectura y la reflexión, además de la mera satisfacción de su recorrido.

Julio Castro. Reseña aparecida en  La República Cultural 11/02/19

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