en que ya no necesitas
de la aprobación ajena
ni te juzgas a ti mismo,
que el pensar de otra manera
no te angustia ni envanece.
Ese momento
en que pierdes los detalles
de lo que hacen los demás,
en que vives embebido
entre el aire de la tarde
y el suave fluir interno,
en que solo, mas completo,
te haces uno con la música
y tu alma baila etérea
y danzas sobre tus pies,
en que nada es importante
y todo es más que sagrado.
Ese instante,
único e irrepetible,
vívelo como un tesoro.
Es una experiencia extrema:
paz le pusieron por nombre.
Muchos nunca la tendrán.
Maya Mukti