Pensamos las cosas como si fueran compactas. Y lo cierto es que por lo común son varias sus facetas, igual que hay muchas especies dentro de las aves. En poesía, por ejemplo, una de ellas es aquella que, como escribió Vladimir Holan, transforma y eleva las palabras hasta convertirlas para el lector en «una invitación a no ser solamente de este mundo». Aquella que, siendo la realidad tan misteriosa, nos invita a trascender desde la materia hasta las altas regiones del espíritu, sin transiciones. Acaso en el otro extremo, pero no menos poética, igual de alada, está toda una corriente que viene de Carver y Bukovski y que en nuestro país tiene por maestros a Roger Wolfe y a Karmelo C. Iribarren. Un modo de hacer con las palabras que no se despega del mundo, que ahonda en él desde lo cotidiano, desdeñando cualquier misterio trascendente. Una corriente que en Castilla y León tiene sus oficiantes más destacados, hasta donde uno conoce, en tres autores: el burgalés Ape Rotoma, el vallisoletano Manuel González y el leonés Vicente Muñoz Álvarez.
La poesía de Ape Rotoma es desalada y cruda, con una voluta de humo cruzando delante de unos versos heridores cuyo primer tajo se lo dan al propio autor. Desde Aranda de Duero, Rotoma, con apenas dos libros pero muchas horas de vuelo de sus poemas en las redes sociales, es acaso el más acendrado cultivador de una autoexposición pública mediante el verbo que, cuando da con la tecla, conmueve sin apenas recursos retóricos. La de Manuel González, partiendo de semejantes magisterios, muestra una dicción más conscientemente literaria, con más trabajo de «revelado». En el libro Etapas, sus versos con memoria y heridas delatan a un poeta que acaso termine encontrando en la amorosa su veta más fértil, de la que extraerá el jugo más personal. Vicente Muñoz, autor de larga trayectoria tanto en prosa como en verso, en Gas nos ha ofrecido una antología personal sobresaliente. Hay en el leonés más afán de contar historias, también quizá de nihilismo y desencanto, como si sobre todo escuchara la cara B de la existencia, pero es que en la vida, como en los discos, hay muchas más caras B que singles. Las flores, como dijo Baudelaire, nacen entre estiércol. Tres autores distintos, a los que une una menor preocupación por la voz que por la expresión.
Antonio Manilla,
Diario de León, 21/11/2918