Eras la última de la fila. Me dijiste Paula, pero yo entendí Laura. Sonreíste al darte cuenta del error. Quise cambiarte el libro y no me dejaste. Te lo llevaste con un nombre tachado y el tuyo superpuesto. A veces me gusta ser otra, tranquilo, me dijiste. Y, sin más, enfilaste el pasillo entre las sillas camino de la salida. Laura, te llamé, y te giraste.