Al niño que se fue le diría en voz baja:
esa rabia se puede dibujar,
los muñecos que robes harán ruido,
un hemisferio tuyo va a ser huérfano.
Al joven que ya dejo le diría:
no creas que en el tiempo hay un mensaje,
correr es impuntual,
elijamos camisas de colores absurdos.
Al viejo que seré le pediría
que me recuerde así, arrugando papeles
para tantear su cara,
que por favor me cuente si va a venir despacio.
[Del nuevo poemario Vivir de oído (La Bella Varsovia). Más aquí.]