PURO RUIDO DE AGUA por MÓNICA MANRIQUE DE LARA




Desde hace algunos años, esta calle se quiebra en mi hogar. Tras la puerta de entrada, hay un buzón desbordado de cartas que siempre temo abrir, todas, una a una, mueren a manos de la ausencia para pasar a ser papel, propaganda o nostalgia. Pero estos días viene habiendo una luz que, a pesar de la noche, golpea la entrada. De repente, como ovillos deshechos de lluvia, baja la densidad del cielo hasta el silencio, y me siento en el banco de enfrente en lugar de subir, saco del bolso los recuerdos y los voy aspirando, cada uno, hasta llegar a ser un río que descruza la ciudad y la convierte en un sueño prendido a un lejano horizonte. Soy nómada, he dejado de anotar cada uno de mis códigos postales, fui, seré, la insoslayable rebeldía de los truenos desnudos, puro ruido de agua. Por eso estoy aquí en este banco vacío, y escucho el musitar de las aceras agotadas de pasos, aliviadas de pasos, a veces mordidas por los pico-paraguas y otras aves sin nombre. Mi cuerpo va diciendo que ya estoy agotada pero no, no lo estoy, vivo inventando soluciones para el jardín de los errores, cada error una flor, cada arbusto una luz, cada raíz una pregunta.


Mónica Manrique de Lara


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