Son seres desafortunados
La enfermedad los hace tristes y orgullosos
y son peores aún los obedientes.
Aparentan comer, pero no comen.
Van dejando rastro de ellos por todas las paredes.
Deambulan susceptibles, por el largo pasillo,
como paseando,
pero en realidad están escondiéndose
de lo que quieren borrar de sus cabezas.
Son seres desafortunados.
No luchan ni leen.
Saben ya que están muertos.
Isla Correyero, Diario de una enfermera