Adaptación a la pantalla grande de uno de los relatos más célebres de John Cheever, El nadador (The Swimmer, 1968), de Frank Perry, es uno de los filmes que mejor y más sutilmente retratan el fin del sueño americano y el lado oscuro del estado de bienestar, descarnado, hipócrita y sórdido como la vida perra.
Burt Lancaster, versátil y camaleónico, encarna a Ned Merrill, el protagonista del relato, añadiéndole un plus de fragilidad y ternura, y rubrica una interpretación memorable, de las más emotivas de su dilatada carrera, plasmando magistralmente la evolución que a lo largo de la película va experimentando el personaje.
Si ya de por sí el relato de Cheever es brillante (la idea de atravesar nadando un valle de piscina en piscina describiendo los usos y costumbres de los propietarios) y desolador, la película desarrolla algunos aspectos que en el cuento quedan sin perfilar y confiere al protagonista más carácter y humanidad, mostrándonos su progresivo deterioro y la transformación despiadada de sus vecinos.
Elegante, magnética y un clásico de culto en cualquier videoteca.
Vicente Muñoz Álvarez
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