Transité por las calles, por largas avenidas vacías y sedientas. Ni un solo transeúnte ocupaba las aceras, solamente yo. El mundo parecía haber desaparecido de todos los mapas; pues en realidad lo que no se ve no existe sino en esta cabeza, abierta a las fantasías y a los nombres de ciudades lejanas que jamás pisaré.
Vivo de oído y de lecturas, de imágenes que llegan vía satélite: pues he de creer lo que se cuenta sin poder comprobarlo, profesando una fe ciega en lo ubicable.
Es tan pequeña la posibilidad de conocer Groenlandia como subir al MachuPichu, y sin embargo mi mente hace un esfuerzo ímprobo por buscar un recodo acomodaticio para nombres exóticos.
Cada avenida solitaria que recorro es mi mundo. Todos desaparecen guarecidos en autos y autobuses; seguramente temen la lluvia y los rincones sucios.
El aire que surca mi rostro parece pertenecerme solo a mí, y los muros pintados me saludan el día tiernamente; como una detonación de wassapp: tan triste e impostada, tan cretinamente artificiosa.
Sin voz y sin contacto.
Mi mente realizará el esfuerzo de creer que respiras.
Lo intangible es como un hijo que araña en la distancia.
Nuria Viuda García