Vicente Muñoz Álvarez es, sin que quepa la divagación o la más mínima duda, una de las figuras literarias contemporáneas más importantes. En su haber casi una treintena de publicaciones, poesía, narrativa, ensayo y la aparición en numerosas antologías.
Sus libros despiertan y suscitan un interés antes logrado por algún literato actual, escritura que surge del desgarro y el padecimiento de múltiples sensaciones y de los sentimientos encarnados. Su poesía, así como la narrativa, subyace en lo más profundo, que luego emana a través del ejercicio del uso de la palabra.
“Del Fondo” no es un libro de poesía al uso, el ilustrador Andrés Casciani le acompaña en esta ocasión, aportando el ambiente gráfico que esta obra literaria necesitaba.
Pero no hay mejor manera que ser presentados por otros, en esta ocasión, Jesús Palacios acompaña al autor con las siguientes palabras:
Podría decirse que la mejor poesía es el lenguaje de los sueños, libre de las necesidades lógicas de la narrativa, con sus personajes, convenciones y argumentos. En una poesía que a lo largo del tiempo se ha liberado también de servidumbres técnicas y esclavitudes métricas, nuestros deseos y temores, nuestras pulsiones y visiones más oscuras encuentran su más perfecta traducción, habitando el espacio entre mundos de la noche, en el bosque del inconsciente, individual y colectivo, junto a los ángeles y demonios que lo pueblan. Y de ese mundo cenagoso, de la viscosidad onírica que no puede ni debe nombrarse pero que rezuma en todos nosotros desde los pozos arcanos de nuestro pasado como especie, reviviendo cada noche el amanecer de un tiempo anterior y ajeno al ser humano, es de donde proceden también las visiones alucinadas y terribles de este nuevo Vicente Muñoz Álvarez que ha subido “Del fondo” para traernos con él secretos terribles y hermosos, arrastrándonos a un viaje de pesadilla en pos de una iluminación que nunca llega, porque no puede llegar nunca.
Como un Lautréamont o un Rimbaud que hubieran leído el Necronomicón, pasando su infancia encadenados en una oscura y húmeda sala de cine abandonada, donde se proyectaran en bucle continuo las primeras películas de Cronenberg, Lynch y Clive Barker, Vicente Muñoz Álvarez desgrana con verbo hipnótico y viscoso una Odisea post-humana engañosa y trágica, por la que se arrastran penosamente los restos de una humanidad doliente, engañada por falsos profetas y mesías dementes, atrapada en un universo-túnel del que no solo es imposible escapar, sino que la deglute, fagocita y vomita, como si de una entidad monstruosamente consciente y viva se tratara, sin finalidad ni razón alguna. Las páginas que nos ofrenda “Del fondo” son el obsceno negativo de Bunyan o de un Dante: mientras aquellos ascienden del mundo terrenal o incluso del infierno mismo al reino celestial, Vicente desciende a unos perversos abismos de pasión cuya mera invocación es capaz de hacernos enloquecer. Abismos borboteantes de una vida blasfema, de una carne enferma, necrótica y licuefacta, que sin embargo se convierten en perfecto huésped simbionte de los desdichados seres que se ven condenados a deambular por ellos, quizá eternamente. El túnel del horror que describe “Del fondo” no es el túnel de la bruja de un parque de atracciones con sus trampantojos ingenuos, charadas sangrientas y sustos de salón. Es un pasadizo involutivo y mutante que conduce interminable, como una pegajosa cinta de Moebius secretada por el putrefacto ano del universo, a los misterios más oscuros de la creación, a lo que se esconde tras la fachada temblorosa y llena de grietas de eso que llamamos ingenuamente realidad. Con Vicente y su doliente pueblo elegido, viajan también monstruosidades orgánicas vivas o no-muertas, criaturas de pesadilla surgidas de la coyunda bestial entre El Bosco y Lovecraft, Brueghel y Giger, Goya y Charles Burns, gloriosamente retratadas por las no menos visionarias y alucinadas ilustraciones de Andrés Casciani. Monstruosidades que son legión al tiempo y a la vez que Una sola, grande, eterna y abyecta. Animálculos mutantes que se funden y confunden con nosotros, que nacen, se reproducen y no mueren dentro de nuestros cuerpos de mercurio, que gritan, ríen y lloran en nuestras mentes prisioneras y nos miran todas las mañanas al despertar desde el espejo.
“Del fondo” surgen las visiones más aterradoras, pero también más fascinantes. Surgen las preguntas más angustiosas, pero también las respuestas más necesarias. “Del fondo” nos ha traído Vicente Muñoz Álvarez, siguiendo los pasos perdidos de Poe y escalando en sentido inverso el Monte Análogo de Daumal y las montañas dementes de Lovecraft, esta épica infernal de la nueva y vieja carne, esta crónica bíblica de un éxodo post-humano en pos de una revelación que quizá sea, simple y rugosamente, que no hay luz al final del túnel, sino solo y por siempre oscuridad. Oscuridad. Oscuridad.
Jesús Palacios
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