Carlos es un hombre previsible. Desde la nostalgia, se asoma a una habitación vacía de vida, pero llena de cajas por desembalar y una guitarra. Y quizá hubiese sido mejor que todo permaneciera así; que el pasado no hubiera vuelto con nombre de mujer despechada para aliarse, en el presente, con el manipulador y caprichoso Pablo Cuesta, afanado en destruir los cimientos de su vida afectiva. Y no haber conocido a Valentina para que su reflejo le mostrase que estaba tan vacío como su habitación. Ella, intrépida y transparente, rescata al hombre que nunca debió relegar tras su amada Telecaster. Cuando por fin decide llenar su estancia, ni el perdón ni la ilusión podrán evitar la tragedia, el vacío ineludible.