Casa Desolada, de Charles Dickens



Es curiosa la manera en que a veces llegamos a algunos libros. Empecé a interesarme por Casa Desolada hace ya unos cuantos años: en uno de mis viajes a Londres, sentados en un pub cuyo nombre ahora no recuerdo (pero sé que lo anoté en alguna libreta), vi en el interior una placa en la que mencionaban la novela y contaban algunos pormenores de la misma. Aquello me condujo a buscarla en España, a nuestro regreso, y por entonces había una edición elegante de Valdemar con traducción e introducción de José Rafael Hernández Arias y en tapas duras. La compré en seguida, pero su volumen (en torno a 1.000 páginas) me hizo posponer la lectura una y otra vez. En junio de este año por fin me decidí.

Una de las grandes virtudes de la prosa de Charles Dickens es que uno no se fatiga leyéndolo, pese a la cantidad de personajes que cruzan siempre por las páginas de sus novelas. Hay algo en el ritmo, en la manera de enganchar al lector, en la calidad de las descripciones, en los matices de los personajes (sobre todo los villanos, que suelen ser para enmarcar), y en los espléndidos diálogos que consiguen que sean historias intemporales, que nunca se queden añejas.

Casa Desolada es el libro predilecto de Dickens para muchos autores (Harold Bloom y Vladimir Nabokov entre ellos), y no me sorprende, aunque de momento sigo prefiriendo Grandes esperanzas. Uno de los aciertos de la novela es que utiliza a dos narradores, en capítulos más o menos alternos: un narrador en tercera persona, sin nombre, y una narradora en primera persona, Esther Summerson, la chica sobre la que giran todos los ejes del libro. Al principio de la novela, Esther entra en Casa Desolada, la vivienda de los Jarndyce, donde la acoge su tutor, Mr. John, porque fue abandonada de niña por sus padres y no tiene a nadie en el mundo desde el momento en que su madrina fallece y la deja sola. Sobre la vida de Esther siempre gravita un misterio: ¿quién era su madre y por qué ella es distinta de los otros niños? Lo que nos cuenta Dickens es el curso de la vida de esta chica hasta que va encontrando respuestas en su camino, y en torno a ella pululan numerosísimos personajes (tantos que a veces uno se pierde): médicos, damas de alta alcurnia, detectives, abogados, locos y locas, tenderos, huérfanos, sirvientas… Tratar de bosquejar su argumento es una tarea bastante compleja, y al fin y al cabo da igual: Casa Desolada trata del curso de unas vidas, de cómo salen adelante o caen al barro unos cuantos personajes, y lo que importa es la manera en que Dickens lo cuenta. Un novelón, un clásico de los grandes.


[Valdemar. Traducción de José Rafael Hernández Arias]

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