las palabras aportan cadencia,
la cadencia el ritmo del cuerpo,
el cuerpo su experiencia.
Sin embargo,
hay cadenas que lastran,
hay metales que arruinan,
hay círculos que oprimen.
Escribir es demostrar la libertad,
arañar el papel que flagela el espíritu,
acabar disolviendo las anclas en fonemas,
percutir sobre el acento que se estanca,
abolir la necesidad de pertenencia,
respirar sobre la superficie
turgente de las olas,
abrir la belleza
inaprensible de tus manos,
escuchar, cohibido, tus lamentos
marchitos en mi tacto,
reflejar el oscuro de mi mundo,
contemplar la luz de tus secuelas.
Vivir libre del óxido
marcado en tus tobillos.
Pablo Malmierca