Seguimos fieles a las editoriales que nos dan alegrías. Aunque sea en pequeñas dosis. Ediciones Valientes, la casa de Martín López Lam, sigue amarrada, inquebrantable, a la apuesta independiente por autores arriesgados. En su catálogo seguimos descubriendo vanguardia y underground; casi siempre en formatos pequeños. Nos acercamos a tres de sus minicómics más recientes con tres microrreseñas que pueden leerse como recomendaciones lectoras.
Balada. O una historia cochina o te pasa cuando menos lo espera, de Martín López Lam, cuenta una historia que no es especialmente cochina ni creo que nos llegue a pasar nunca a nadie, pero juega en esa liga del extrañamiento en la que tan bien sabe hurgar su autor. Últimamente, el editor jefe de Ediciones Valientes frecuenta editoriales ajenas como Fulgencio Pimentel o Astiberri, pero sigue reservando pequeñas pildoras secuenciales para su propia editorial. Con su realismo sucio y saturado, Balada se adentra en una falsa cotidianidad en la que casi nada es lo que parece, ni las consecuencias son las esperadas. El acoso y el sentimiento de amenaza derivan hacia el simbolismo sobrenatural, al mismo tiempo que las expectativas del lector saltan por los aires con esa habitual anormalidad que solemos encontrar en los relatos de López Lam.
El problema Francisco, de Francisco Sousa Lobo, nos ha supuesto el grato descubrimiento de un autor diferente. Cuando parece que casi todo está ya contado dentro del cómic en su (prolífico) género autobiográfico, Sousa Lobo se desmarca con una peculiarísima subjetivización multicromática de la biografía como problema, como trauma a superar que conduce a una única e inevitable solución posible: la de la vocación a golpe de mazo y a contracorriente. Francisco Sousa Lobo se declara arquitecto, diseñador, escritor, artista..., pero en realidad es un dibujante de cómics. Punto y seguido. El problema Francisco explica parcialmente (como si el talento necesitara justificarse) el resultado de un reconocimiento: una beca de la Fundación Calouste Gulbenkian. Y así, como pidiendo perdón, el dibujante se lanza hacia una sorprendente reinterpretación de la linealidad narrativa, llena de inesperadas sinestesias y alteraciones de las convenciones cromáticas.
Material exquisito, de Víctor Hurricane, no está precisamente dirigido a paladares delicados. Su dibujo entronca directamente con aquel underground de deformaciones grotescas y polimorfas que hizo célebre a un autor como Basil Wolverton; aunque temáticamente esté mucho más cerca del salvajismo irreverente de Clay Wilson. Hurricane todavía va más lejos que aquel en su mirada desclasada y despiadada hacia la realidad: escenas de cataclismo zombi en las que Trump comparte páginas con un Al Capone redivivo; serial killers empeñados en acabar con la élite social; pesadillas de apocalipsis veganos... Esos son los ingredientes de un comix muy divertido, entregado en víscera y alma a las virtudes de la charcutería secuencial.
Tres propuestas valientes para una editorial siempre sugerente. Volveremos a visitar sus cuarteles no tardando mucho.