¿Dónde quedaron las crestas
y la rabia?
¿Dónde la mala hostia
y las ganas de cambiar?
¿Dónde están las voces rotas
gritando por la libertad?
Armando las botas
de rebeldía
con sueños que otros tacharon
de utopía.
Aquellas miradas
están ahora frías
cambiaron la rabia
por montar un caballo
que ni siquiera tiene patas,
los sueños utópicos
son ahora sudores fríos,
dormido entre vómitos
espera
que sea esta
la última vez que atraviese
su vena.
Pero no es así,
tan sólo acaba de comenzar
su condena
y su madre llora
viendo como los ojitos de su niño
se pierden entre las ojeras.
Hacen relieve en su piel
las costillas
y los dientes putrefactos
abandonan su boca,
busca ahora una solitaria esquina
sin saber que va a meterse
su última papelina,
bradicardias,
arcadas,
temblores,
esta vez el vómito no sale,
estancado en su garganta,
lo asfixia.
¿Dónde están los sueños,
dónde está la utopía?
¿Dónde está la lucha,
dónde está la vida?
Dónde está.
¿Dónde
está la heroína?
*
Darse de bruces.
El momento en el que descubres
que la coca no era un refresco.
Comprender aún sin pelo en las pelotas
que no es por anciana nostálgica
por lo que tu abuela llora sola,
y los vanos intentos de sonrisas
que a tu pueril mirada dedican
esta vez no lo consiguen, no lo evitan.
No evitan que repares
en el incesante carmín goteando
contra el suelo.
que viene de una mano,
a la que no miras por miedo.
Entonces, sólo entonces,
sólo en ese preciso momento en
el que se estanca indefinido el tiempo
comprendes.
Que las constantes ambulancias
no eran para la vecina.
Que los frascos vacíos,
no eran de medicinas,
y que mamá.
nunca se caía.
Tomás Carrión Vidal, de Dónde está la heroína (Boria Ediciones, 2018).