Maneras de no mirar el mundo. Podría decir que el móvil es una manera de no mirar el mundo, pero esto supondría aceptar la afirmación de que sin el móvil (y antes del móvil) sí mirábamos el mundo. Y no puedo aceptar esa afirmación. No puedo aceptarla porque creo que nunca hemos mirado el mundo, nunca hemos mirado cómo es realmente el mundo. Porque eso da miedo, porque la realidad a veces es resplandeciente, tan brillante que quema las pupilas, pero otras veces es sucia, oscura, turbia, fea, desagradable, molesta, insoportablemente dolorosa, o insoportablemente anodina. Y por eso siempre miramos el mundo de reojo, siempre pasamos de puntillas por la realidad. Y nos inventamos la literatura, y la filosofía, y caemos en los tópicos y caemos en nuestras propias mentiras inútiles. Y buscamos en la religión o en el capitalismo, en el placer inmediato o en la renuncia ascética. Todo vale. Todo menos mirar la desnudez del mundo, la desnudez de la realidad. Y en eso el móvil nos ha venido a salvar.
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