Recomendamos aquí, años atrás, el primer caso del detective y/o recuperador y/o cazarrecompensas Travis McGee: Adiós en azul, que rescató Libros del Asteroide, y que continúa con la segunda entrega de las novelas protagonizadas por este peculiar investigador: Pesadilla en rosa.
Si ya la primera entrega era una delicia, una novela negra diferente (sobre todo por el carisma de su protagonista: caradura, simpático y seductor, una especie de Han Solo de las calles), ésta no lo es menos. Travis McGee se traslada a Nueva York para echarle un cable a un viejo amigo que pasa sus últimos días en un hospital: al novio de su hermana lo asesinaron en plena calle y el hombre quiere respuestas y quiere saber dónde está el dinero del que ella le había hablado. McGee es un tipo sin oficio fijo, hasta que de vez en cuando nota que necesita dinero y hace lo que sea para embolsarse una pasta, normalmente ejerciendo de investigador para terceros. Él mismo lo explica al principio:
Llevar una vida de zángano playero cuesta dinero, si uno lo quiere hacer con estilo. Si el dinero entra de manera regular eso significa que uno está trabajando para ganarlo y pierde su estatus. Tengo que conseguir una buena tajada de tanto en tanto para mantener mi estilo de vida. La verdad es que no creo que la vida y milagros de Nina Gibson me hubiera interesado mucho si no le hubieras transmitido a tu hermano la impresión de que tu novio había estado amasando una considerable cantidad de dinero no se sabe cómo. Cuando oí esto se me dispararon las antenitas que llevo en las orejas. Donde hubo algo, puede que haya más. Me gusta acudir al rescate cuando huelo que hay dinero.
Pesadilla en rosa se disfruta como las grandes novelas de detectives, entre pasajes de sexo y amor y momentos brutales, como cuando prometen a McGee que le van a hacer una lobotomía (un pasaje que juraría que ha inspirado momentos de algunas películas como Conspiración o incluso La cura del bienestar). Pero lo mejor de todo, aparte del entretenimiento que proporciona su lectura, es que de vez en cuando el narrador, McGee, nos proporciona inesperadas reflexiones sobre la violencia callejera o lo que significa una mujer de verdad, y aquí van dos ejemplos:
No tardará en llegar el momento en que cuando dos desconocidos choquen en pleno mediodía en alguna calle de Nueva York, no se limiten a gruñirse y seguir cada uno su camino: se detendrán, se mirarán fijamente y saltarán al cuello del otro en medio de un aterrador silencio. Y la infección se extenderá por la ciudad. Las ancianas aplastarán cráneos con sus mortíferos bolsos. Los coches invadirán las concurridas aceras. Los conductores acelerarán sus automóviles y se estrellarán. El fenómeno se extenderá por todas las grandes ciudades del mundo y al alba del día siguiente habrá un horripilante silencio repleto de cadáveres desparramados, vehículos volcados, edificios destrozados y algunas columnas de humo. Y en medio de ese silencio, aparecerán vagando unos pocos, muy pocos, seres humanos especialmente resistentes, con la ropa hecha jirones y cubiertos de sangre, moviéndose lentamente y rastreándose unos a otros.
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Una mujer de pies a cabeza está mucho más preparada que cualquier hombre para afrontar la realidad, los aspectos elementales de la vida, la sangre, el dolor y el desbarajuste que le son inherentes; una mujer de pies a cabeza es capaz de limpiar y de curar. Esta cualidad les proporciona la inagotable pasión que ponen en sus empeños y sus objetivos.
[Libros del Asteroide. Traducción de Mauricio Bach]