Consumir es consumirse, consumar el desastre. Un planeta que celebra su propia destrucción, devorándose a sí mismo en bocados lentos. Delectación masoquista. Dinero para hoy, hambre para mañana. Oasis que se convierte en espejismo a corto plazo. Picar el anzuelo del hombre contra el hombre. Un futuro que se marchita rápido, las últimas primaveras desembocando en el invierno definitivo. Darse cuenta solo para repetir los errores. Autocrítica fina como arena del desierto al que nos dirigimos. Golpes al aire contra el huracán que se aproxima.
Una batalla desigual, como la del conocimiento frente a la ignorancia. Una lucha que se sostiene a sabiendas de la inevitable derrota, solo para posponerla al siguiente capítulo, con la esperanza de no vivir lo suficiente para morir en el desastre. Un porvenir de luces y colores sumergidas en pozos subterráneos. Una nueva especie recoge los fragmentos de la civilización perdida y los estudia con curiosidad de entomólogo. La estupidez del pasado como débil salvaguarda del eterno retorno.
La muerte éramos nosotros.