Me embriaga la añoranza y un velo de lástima roza suavemente mis mejillas mientras el suave murmullo de mi respiración va ondeandóndolo sobre mi rostro...es negro, con esa transparencia que dejaba ver y que te vieran, con esa inseguridad construida a base de años de las carencias mas básicas en esto de formarse la imagen de una misma con la suficiente solidez y fuerza para creértela...
Mis dedos apuntalaban pequeñas vendas de papel yeso mojadas, como aquellas con las que construíamos nuestras caretas allá por nuestro EGB, con la ilusión que daba cuando aquellas vendas mojadas sobre nuestro rostro se endurecían y podíamos pintarlas del color o colores que nos diera la realísima gana...así fui apuntalando mi cuerpo entero con textos y textos que cada día me servían de exorcismo para el alma y consuelo para mi maltrecha y cansina soledad.
El juego de mis dedos percusionando cristales se convirtió en una necesidad para mí tan acuciante que el aire en mis pulmones pasó a ser secundario y el alimento algo que caía en mi estómago porque mi mano derecha se empeñaba en alimentarme casi, casi sin yo pedírselo...
Los puños que me golpeaban la boca del estómago de dentro para fuera levantándome el mentón hacia arriba arreciándome a mirar de una puta vez de frente y a comenzar a caminar con fuerza y decisión fueron los que empezaron a dictar mis palabras y a hacerme leer de una puñetera vez mi propia vida, a vislumbrar mis sueños con la claridad que arrojan las emociones pintadas en rojo intenso o en amarillo limón y con cada fuerte emoción alborotando mis neuronas surgía un nuevo texto con aromas que andaban desde el olor a hervido de patatas con judías verdes y zanahorias que me contaban broncas con mi madre pasando por mis fosas nasales aspirando a ritmos cortos y rápidos el olor del jabón de Ariel que mis sábanas desprendían evocando a mi oxitocina como aceite untando cada centímetro del órgano más grande de mi cuerpo, mi piel...
Pasó mi frenética necesidad de escribir de forma diaria, vomité la máquina de feria con saco de boxeo que se activaba con su musiquita dentro de mi estómago y me impulsaba a subirme al ring a expulsar a mis contrincantes a través de mis dedos pianistas sin música presionando todas y cada una de las letras del abecedario con el único propósito de que la hostia que le diera a mis putos fantasmas cada vez fuera más contundente, más certera, más eficaz.
Hoy me dio por darme un paseo en barca frente a tantos puñetazos al viento y...joder, como me hubiera gustado estar allí para darme un abrazo...
Valenia Gil