Cuando
se intenta escribir el poema que nunca se ha de acabar
cuando
la música sólo la escuchas tú y el olor de luz es manicomio
cuando los valientes son malas personas
y los cobardes construyen vida
cuando
el cristal nos salpica con sus gotas de vidrio envenenado
cuando la carne se pudre traslúcida
entre insectos con billetes tatuados
y el agua arde
y los muros son televisiones y teléfonos y periódicos.
Cuando sucede todo esto —entre costillas y razón—
perderse es bueno en los hayedos blancos del Moncayo:
follar con el viento, la sabia, el color
saber que pierdes, pierdes mucho
y en ello está la mirada azul.
Rebelarse contra tanta barbarie estipulada y... ganar
ganar una cadera infinita
una excusa para asesinar cada pedazo de línea
permanecer eterno, desafiante en cualquier hoja caduca
casi como en las hojas de hierba de Walt Whitman
como en las hojas verdes de lo que seremos
cuando decimos no
y no pasamos página.
José Malvis